Y aunque la pandemia ha silenciado los gritos de niños que nadan en el balneario, lo único que no se detiene es flujo de aguas negras al turicentro de “Orantes”.
Ambrosio, quien ha vivido en el lugar por más de 40 años, ha visto como su pedacito de cielo de a poco se muere. “De niño venia a cortar jocotes de corona y a caminar a la aldea, pero ahora todo se acabó”