Sus vividores no son esos de la cara tatuada, del hablado cantado o de la ropa de Cholo. Sus victimarios son los bien vestidos, los uniformados, los que juraron cuidarlos y velar por que la ley se cumpla.
Este acogedor lugar cerró sus puertas luego que la pandemia llegara a nuestro país. Ahora reabrió tras varios meses de ausencia.
El colgador de llaves en la recepción se mantiene lleno y en el tendedero de la terraza las sabanas no destilan el jabón y sudor de noches alocadas.
El 13 de marzo se confirmaba el primer caso de coronavirus; poco a poco, las calles empezaron a lucir desoladas.
Un periodista del Diario de Centro América comienza a seguir la serie de crímenes que parecen estar conectados. Testigos mudos y joyas robadas. Recibirá una invitación de Amado Guzmán.
Él ya tiene casi 50 años de cuidar el cementerio general; antes trabajaba para poder mantener a su esposa, pero ahora está solo.
Durante agosto y septiembre, estudiantes aprovechan para prepararse rumbo a las fiestas patrias.