En la nota Si el fuego te quita todo, vuelve a empezar, explicamos como un grupo de desconocidos llegó a la comunidad Shalom del asentamiento Manuel Colom Argueta, para ofrecerles material, y parte de la mano de obra, para fundir el piso de sus piezas de habitación. Ante la sorpresa, lloraron, pero más aún, cuando a dos días del ofrecimiento llegaron los camiones con el material. Se dieron cuenta que no era mentira. Ellos solo tenían que poner la voluntad y la mano de obra.
Yo creí desde el principio
“[Es viernes 17 y] para este momento son 22 familias beneficiadas de las 30 y esto nos tomo de de sorpresa. Lloramos de alegría, no tenemos cómo pagarles, solo con trabajo. La mayoría no dudamos, aunque había quien no creía. Y nos tocó hacer el trabajo pesado, yo soy guajera en el basurero, y al estar aquí pierdo. Pero no importa, trabajamos duro”.
En ese momento, una joven interrumpe la conversación para decir: “la mayoría de gente ya está encerrada en sus casa Doña Tere”. Esas palabras detuvieron por un momento la entrevista, luego le indicó a la joven que les fuera a decir que salieran, porque debían ayudar como a ellos se les ayudó”.
Acompañamos a María Teresa Hernández, la líder de la comunidad a su casa. Una pieza de cuadro metros cuadrados cuyo suelo estaba por ser fundido. Momentos antes nos contó como lo perdieron todo en el incendio y como corrió con sus hijos cuando el siniestro era inminente. Según ella, sus vecinos de al lado fueron los que dejaron las llaves de la estufa abiertas.
Nos contó que vive con dos de sus hijas, una de 16 y otra de 7, pero que sus hijos mayores ya tienen hijos, también es abuela de 3 niños. Ya en su casa, continuó el Relato.
“Estamos felices, y esto que mira es una bendición, pues también, vinieron a regalar unas tablitas y parales para el techo. Yo como líder de la comunidad le ayudo a las personas y de último yo, por eso mi casa es de las últimas. Les ayudo a todos, ese es el trabajo de una líder, tenerlos a todos iguales.
La comunidad se llama Shalom. Estamos para servirles, las personas son amables, agradecidas, trabajan, acá estamos.
Antes de venir a su casa, una joven le comentó que la gente se había encerrado en su casa. ¿A qué se refería?
Lo que pasa es que la gente está encerradas en sus casas porque como ya les hicieron las tortas, ya no quiere trabajar para los que faltan, ya se esconden. Y eso es lo que la comunidad me pregunta, como ellos ya están con su tortita, no quieren ayudar a los que faltan, pero todos tenemos que trabajar. Ya trabajamos para ellos y ellos deben ayudar, ese es el trabajo de un líder, que uno esté detrás de la gente que no quiere colaborar”, María Teresa Hernández.
A mí me tocó rellenar sola
Tras hablar con la líder, caminamos entre las casa de la comunidad y nos acercamos a la casa de Lucía Raymundo. Nos invitó a pasar. Con 20 años, es madre soltera y una actitud dura. Lo digo de esta forma, y en mi comentario no hay una doble intensión, no me metería en su camino si está enojada. De movimientos regios y mirada dura nos contó parte de su vida.
“Mire [mientras nos señala el suelo] yo ayudé desde el miércoles, pero a mí me toco rellenar sola mi casa. El cemento si me lo van a echar, pero yo tuve que rellenar esto. Primero dijeron que íbamos a ayudar entre todos, pero luego dijeron que cada quien rellenara sus terrenos, y mirá hasta ampollas tengo. Acá soy yo con mi hija, soy madre soltera. Acá vivimos las tres, ella no es mi hija pero es mi hermana, y vive aquí”.
¿Cómo te tomaste lo de la ayuda?
“La verdad me sorprendió, para bien y mal. Dejé de trabajar desde el miércoles, soy guajera y pierdo estando aquí, aunque es una gran bendición, porque tener tierra adentro quiere ganas. Medio pones el pie ya se ensució de tierra, si se cae un trapo se ensució, si hay aire se entra el polvo y todo se ensucia.
Yo si creí desde el principio y lo que dijeron era que iba a costar. No nos quedaba otra de trabajar, una vez nos dijeron que la torta era gratis uno se emociona. Acá a mi casa vino a terminar el fuego. Fue duro, como te digo soy madre soltera. Acababa de comprar un equipito, mi cama, mi ropero, la cama de mi hija, mi ropa y mis cuadernos, porque yo estudio.
Yo estoy en Primero básico, y tengo 20 años. Siempre me ha gustado estudiar, pero cuando mi papá murió, cuando yo tenía 13 años, me tuve que hacer cargo de mis hermanos. Y bueno, ahora después de los básicos me toca el secretariado bilingüe, yo estudio en la Casita María.
Mi hija está donde mi mamá ahora porque está enferma, el martes que llenamos de agua los botes, y ella no se despega de mí, y como es asmática, tengo que tenerla con antibióticos, entonces mejor se queda allá, pero poco a poco saldremos”, Lucía Raymundo.
Lea la primera parte de esta nota: Si el fuego te quita todo, vuelve a empezar