“Durante gran parte de mi vida me dediqué a preparar muertos y a dar asesoría en el área social en una funeraria y durante todo este tiempo pude vivir y ser testigo del tabú que es la muerte para la mayoría de personas. El mundo de la medicina siempre me había gustado mucho y al entrar a la funeraria a trabajar por accidente, encontré que podía estar inmersa en el área médica sin que una vida fuera mi responsabilidad”. Marielos Paiz es una mujer que durante estos 25 años pudo tener experiencias que dejaron significativa huella en su ser, “la muerte es un tema del que se habla poco, como si le tuviéramos miedo, cuando la realidad es que es parte del ciclo de la vida. Todo este tiempo trabajando con personas fallecidas fue realmente enriquecedor para mí, aunque no puedo negar que tuve experiencias desgarradoras”.
Una de ellas fue cuando una madre joven participaba de la misa de su bebé que tuvo una muerte súbita, “cuando estaban en la ceremonia lo sacó de la caja para abrazarlo y preguntarle por qué estaba tan frío, fue realmente impactante para mí. Escenas como esta son las que te hacen estar necesitado de salir a dar un respiro y liberar esa carga de la espalda porque hay veces que sí se siente cargado el ambiente porque, por supuesto, hay movimiento espiritual, en especial cuando hay alguna alma que se fue sin paz”.
Cuenta también que para ella era un completo reto trabajar en la tanatopraxia, que se refiere a la labor para preparar a una persona fallecida mediante un proceso sanitario y de preservación del cuerpo. “Debemos tomar en cuenta que a veces somos hasta artistas porque nos tomamos el tiempo no solo en embalsamar o dejar una piel tersa y perfecta a través del maquillaje, sino también buscamos transformar la expresión. Muchas personas mueren con angustia y sufrimiento. La trayectoria de vida se refleja en la muerte, uno a veces se acerca al fallecido y se siente una energía fatal, después uno se va enterando de muchos detalles de su vida y entiende el porqué. Ahora, claro hay cosas que ni el más grande, ni el mejor puede hacer, hay ciertas caras y detalles que no logramos modificar del todo”.
Marielos explica que en la actualidad se ha dado aún mayor prioridad a la preparación ajena al campo estético. “Antes los cuerpos duraban más tiempo por diversos factores como la alimentación. Ahora las personas se medican mucho, comen mal así que necesitamos hacer un proceso más minucioso para que el cuerpo aguante las horas requeridas antes de enterrarlo. Colocamos diversos químicos para detener los fluidos y la descomposición por cierta cantidad de horas para que la familia pueda ver”.
Pero para esta profesional también fue una etapa de fortalecimiento del alma. “En dos ocasiones pude ver a personas poseídas en velorios, una de ellas era una mujer que quería tener relaciones sexuales con el fallecido, luego de la posesión no recordaba absolutamente nada, fue realmente escalofriante. Vivimos en muchos casos escenas de novela, que muchos creen que no pueden pasar, pero nosotros que permanecemos gran parte del tiempo en la funeraria y trabajando con muertos, es importante que nuestra alma esté protegida”.
En cada país el proceso es completamente distinto, Marielos asegura que viajó a muchos países en los que pudo concluir que la muerte es un tema cultural. “Por ejemplo, en China no vemos flores en la capilla sino mucha comida. En el caso de los judíos es un funeral muy sobrio, las cajas deben ser de madera porque todo debe descomponerse para volver a la tierra. También los coreanos que beben, comen y dejan dinero. Lo cierto es que acaba la historia de vida pero comienza una nueva, este campo es uno muy complejo, cada cultura es muy importante porque finalmente el manejo de los despojos humanos es algo propio de cada una”.
“Lo principal es que cada persona muera de forma digna y que la muerte deje de ser un tabú, al final, todos llegamos a ella”.