Una vez al año visitamos a nuestros familiares y por la lejanía no se puede realizar con más frecuencia. Tengo en total 45 primos (según mis cálculos) y la mayoría de ellos ya cuentan con una familia, un negocio, una esposa o esposo y por lo menos un par de hijos. Asimismo, cada vez que nos reunimos las conversaciones van en torno a lo maravilloso de la familia y los logros que han obtenido sus hijos: sus buenas notas, que uno es capitán de fútbol, que la niña es la reina del colegio, etcétera. Además de los típicos consejos de mamá protectora.
Y en una esquina, apartados de la plática parental, quedamos un par (literal), somos los que los demás llaman “los solterones”, los que aún no nos hemos casado y ni pensamos en hacerlo, no porque esté mal sino porque simplemente no lo consideramos oportuno.
Claro, nosotros también tenemos nuestras conversaciones, sobre a dónde queremos viajar, qué queremos comprar, qué nos gustaría hacer, qué libros leer y en qué lugar nos gustaría trabajar. Nunca falta alguien del “otro bando”, que nos interrumpe y de vez en cuando nos dice “ya se quedaron para vestir santos” o que “ya se nos pasó el tren”.
A veces parece que nos tienen lástima, pero la verdad es que somos felices así y no nos urge casarnos ni mucho menos tener hijos. Hace un par de días, buscando por Internet reseñas sobre unos libros, me encontré un artículo de El Huffington Post sobre los motivos para quedarse soltero.
1. Las personas que tomen la decisión de permanecer solteras no tienen por qué ser poco románticas.
No significa que los solteros sean ogros malhumorados, de hecho muchos son románticos y por ello evitan las relaciones mediocres o con pocas expectativas.
2. Ser capaz de amar y convivir con alguien es señal de madurez, pero puede ser incluso más maduro admitir que no se está preparado psicológicamente para hacerlo.
No todos nacieron para el matrimonio, es de sabios reconocer los errores y retractarse, es mejor decir que no a permanecer atado, de alguna forma, a algo que no te hace feliz.
3. Solo consideramos normales a aquellas personas que no conocemos del todo bien
Puede que por fin conozcas a alguien y que quizás pueda ser “el elegido”, a primera vista todo marcha bien, pero en el proceso de conocerse te das cuenta que hay muchas cosas con las que no podrías. Y sí, sé que dirán que “hay que amarse con las virtudes y defectos”, pero hay situaciones que en definitiva no concuerdan con la personalidad.
4. Estar solo te ahorra esos constantes recordatorios de lo difícil y extraño que eres
Únicamente un 5 o 10 por ciento de las personas ha tenido un matrimonio exitoso y es gracias a un buen esfuerzo. Pero luego del cuento de hadas y que el príncipe se convierta en ogro, te enfrentarás a un constante recordatorio de “errores”, de lo que haces mal como: por qué está salada la comida, por qué no has pagado la colegiatura, que en dónde están las llaves, entre otros.
5. Es mejor sentirse solo y que se nieguen a acostarse contigo fuera de una relación que dentro de ella.
La sexualidad es otro tema, luego que la magia pasa, muchas parejas se olvidan de esos momentos de intimidad. No puedo imaginar lo duro que debe ser cuando tu esposo o esposa se niegue a tener relaciones y así poco a poco ese tema quede en el olvido “porque los niños están pequeños y qué pena con ellos”.
Estar soltero también representa muchas desventajas como la soledad, un tanto de frustración y a veces hasta la autoestima (escuchar la mayoría de tiempo que te quedaste para vestir santos no es lindo). Y en algún momento, hasta aquel que se dice el “ateo en el amor” ha soñado con uno eterno y un “fueron felices para siempre”.
La soledad puede ser un buen aliado o un enemigo letal, dependiendo en cómo se maneje puede darte emociones inigualables y experiencias únicas. Todo estos no son argumentos en contra del matrimonio sino en cómo alguien soltero percibe las relaciones y el mundo que lo rodea. La soledad ha sido motivo de inspiración de muchos autores, pero estos son libros imperdibles para comprender ese estado tan místico de “la soltería”.
Cien años de Soledad, Gabriel García Márquez
El viejo y el mar, Ernest Hemingway
Tokio Blues, Haruki Murakami
El diario de Bridget Jones, Helen Fielding
Al salir de la estación de Atocha, Ben Lerner
“Para amar hay que emprender un trabajo interior que solo la soledad hace posible”, Alejandro Jodorowsky.