Mario y la clínica oftalmológica que en lugar de ayudarlo más lo perjudicó imagen

Mario tenía problemas con la vista, por lo que fue a una clínica en zona 1, para adquirir los lentes, sin saber que esa decisión le afectaría aún más.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Mario ya estaba cansado de no ver bien, le dolía la cabeza, le costaba ver los letreros y manejar de noche, se le complicaba. Hasta que un día decidió que eso debía terminar, por lo que empezó a buscar ópticas. 

Fue a unas clínicas que estaban en algunos centros comerciales, pero los costos de los lentes eran elevados para su presupuesto, así que emprendió su camino hacia una supuesta óptica ubicada en la zona 1.




Se parqueó frente a la clínica y se bajó, una mujer de aproximadamente 18 años, lo atendió. A Mario le llamó la atención que había pocas personas y aparatos oculares, comparado a las clínicas de los centros comerciales, pero se quedó. 




Le dijeron que los lentes con graduación y aro le costaban Q200. Estaba emocionado porque en el otro lugar su costo era de más de Q1,500.

Mario preguntó qué tan rápido estarían los lentes y le dijeron que se los darían de inmediato, que ese mismo día se los llevaría, lo que no vio malo.

Cuando le entregaron los anteojos, Mario sentía que podía ver mejor, pero no al grado que quería o como había visto en la clínica del centro comercial, tampoco mencionó nada, porque la emoción opacó cualquier duda.




Mario usó los lentes por algunos meses, pero en lugar de mejorar su vista, cada vez era peor, los dolores de cabeza se incrementaron y los ojos los mantenía llorosos.

Entonces se dio cuenta que cuando no usaba los anteojos se sentía mejor y eso le pareció raro, por lo que dejó de usarlos.

Pasó el tiempo y se dio cuenta que veía bien con los lentes, pero tampoco sin ellos.

Fue a una clínica especializada en la vista, donde le preguntaron si ya usaba lentes y cuánto tenía de graduación. Mario lo desconocía, porque en el otro lugar no le dijeron. 

Cuando le realizaron el examen, se dieron cuenta que por usar una graduación inadecuada, el problema se complicó, ya que ahora debía incrementar la graduación y el daño a su ojo era mayor.




Eso molestó mucho a Mario, por lo que cuando ya le entregaron los lentes con la graduación correcta, fue a la clínica anterior para reclamar el daño.

Al llegar, la misma persona estaba en la puerta, Mario le reclamó su respuesta y ella respondió que le pasó eso porque sabía que en ese lugar solo vendían lentes, que no era una clínica profesional, que no contaban con alguien especializado para medir graduación y daños.

Mario salió muy molesto, luego colocó la denuncia ante la DIACO y aún está a la espera de una respuesta.

Hay clínicas que se aprovechan de las necesidades de las personas y en ocasiones lo barato sale caro, pues pagó por otros anteojos, pero lo peor fue el daño que ocasionó una mala graduación en sus ojos.

Mario aprendió la lección, ahora busca siempre la opinión de un experto para evitar más daños. 

En promedio, en la ciudad de Guatemala, hay alrededor de 40 por ciento de clínicas oftalmológicas que no cuentan con todos los permisos de salubridad o con los requerimientos legales para poder trabajar. 

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