Muchas personas creen que visitar un motel es solamente cosa de hombres; sin embargo, los tiempos cambian y cada vez la idea de pasar un buen rato con su pareja parece ser de las mujeres.
Hoy en día son muchas las parejas que buscan cambiar la rutina, ya sea para pasar un buen rato, celebrar algún acontecimiento especial o solamente estar juntos. Un estudio de la Universidad de Noruega, de Ciencias y Tecnología, y la Universidad de Texas, Estados Unidos, afirma que las mujeres no suelen arrepentirse del sexo casual con su pareja, esto porque se sienten sumamente cómodas con su sexualidad y porque al momento de tomar la iniciativa saben con quién exactamente quieren tener intimidad.
Otro de los datos que concluye esta investigación es que si la mujer tuvo una buena experiencia, sentirá menos culpa o arrepentimiento. Así que te dejamos algunas de las historias que algunas damas quisieron compartir.
Mientras más caro, mejor el servicio
La primera vez que visité un motel fue con alguien con quien salía casualmente; luego, la mayoría de mis visitas, con mi novio. En realidad, te dejas guiar mucho por los precios del motel a donde vas. Claro, si acudes a uno que no sea tan caro, pueden ser algo normal o limpios teóricamente porque sabes que alguien más estuvo ahí.
Una vez teníamos tantas ganas de estar con mi novio un 14 de febrero, que buscamos uno en donde pudiéramos estar juntos, pero por la fecha obviamente estaban llenos. Terminamos en uno de Q100, ya que pudo más la calentura, pero fue de las peores experiencias del mundo porque no tenía ni ganas de acostarme en la cama.
En otra ocasión ya pagamos uno más caro y claro, mientras más alto el precio es más novedoso y bonito. En uno te dan un kit con cepillo de dientes, jabón e incluso preservativos. En otros cuentan con minibar y no tienes que pedir servicio a la habitación, pero en casi todos siempre tienes malas experiencias porque en un jacuzzi hallamos cabello ajeno y en otros siempre tienen las ventanas abiertas de las habitaciones y puedes escuchar a otras parejas.
Se vale ser romántica
Recuerdo que la segunda vez que visité un motel fue con mi primer novio del colegio. Ya éramos adultos y nos reencontramos luego de muchos años. Yo estaba soltera y él era casado, pero esa noche el recuerdo de todo nos movió y recordamos lo mucho que nos quisimos.
Así fue que decidimos encontrar el “nido” para tener nuestro momento después de mil años… Y pasó. Eso sí, la experiencia siempre de visitar uno de estos lugares es rara porque tienes que revisar si todo está limpio. Lo único con lo que me quedé con las ganas de probar fue la barra de metal que encuentras en las habitaciones para bailar.
De las experiencias más extrañas, también fue escuchar gritar a las demás parejas en las habitaciones de a la par. Definitivamente no es algo que quieras hacer, pero al final creo que el ambiente lo pone uno como pareja y sí creo que se puede ser romántica en un motel y llevar los implementos para crear esa atmósfera. Recuerda que no solo son para “el pecador”, sino para escapar de casa y salir de las rutina con tu pareja en un momento de total locura.
No fue como lo imaginé
Mi exnovio de aquel entonces seguía siendo mi buen amigo y él me contaba que visitaba los moteles con las chavas con que salía. En aquel entonces yo tenía novio y me fascinaba, lo amaba con todo mi corazón y se había ido de viaje por dos meses, así que un día platicando con mi ex me preguntó que cómo lo iba a recibir. Claro, yo le contesté que lo iría a traer al aeropuerto y ya, pero él me dijo: “Nombre, sea más creativa”.
Así me metió la inquietud, pero yo tenía miedo porque jamás había ido a un motel y tenía la idea de que cuando visitabas uno, solo ibas, pagabas y ya estuvo, pero que eso dependía si había o no cupo; si no, te tocaba esperar y solo de pensar que alguien podía verme me daba mucha vergüenza.
Entonces, mi exnovio me explicó que se podía realizar un depósito en el banco para apartar un cuarto. Me fui a meter a una agencia que está superlejos de mi casa y a una hora en que pensaba que todos estarían trabajando, porque me daba pánico que alguien me cachara haciendo eso. Realicé el depósito como un mes antes del gran día y creo que pagué como Q350 por cuatro horas; luego, cuando llegó el momento, recogí a mi novio en el aeropuerto con una tarjetita que era algo así como “vale por un motel”.
Recuerdo que era tan temprano que no había ni desayunado, pedimos el menú y la comida estaba tan horrible que me puse malísima del estómago. No había agua, cuando todo terminó fue muy raro y luego pensé: “Claro, nadie pasa cuatro horas teniendo sexo”. En fin, la peor experiencia del mundo.
Las ganas todo lo superan
Visitar un motel puede darte mucha pena al comienzo, no digamos si agregas entrar caminando. Sí, leíste bien: CAMINANDO. Aunque aún no hemos hecho nada con mi novio porque no me siento lista para eso, decidimos visitar uno porque él tenía ganas de estar conmigo y yo había visto uno que se veía “bonito” y “barato”, pero, sobre todo, escondido.
Llegamos al lugar y para los que van a pie, te abren una puerta especial; si vas en carro, es por el garaje. Una persona te abre una ventanilla y te pide tu DPI, pues como no llevas carro lo hacen por seguridad de las personas. El asunto es que al abrir la puerta de la habitación fue una gran decepción: el cuarto tenía una luz amarilla, el color de las paredes era azul y las sábanas para nada eran blancas, sino corintas. Lo que vestía al colchón era una manta de flores y aparte estaba todo hundido.
La experiencia fue tan rara que nos reímos demasiado y todas las ganas que llevábamos en ese momento desaparecieron. Pusimos nuestros suéteres en la cama para mejor acostarnos a ver televisión y para finalizar la experiencia terrorífica al prenderla, lo primero que salió fue pornografía. Al rato nos salimos y no quedó de otra que reírnos de toda la experiencia.