Su rostro se ve agotado por la larga jornada de trabajo y sus manos tiemblan algunas veces. Su mirada se pierde en el horizonte donde todo lo que divisa son grandes rótulos, filas llenas de ropa colgada o gorras planas con mensajes bordados. De vez en cuando se distrae con uno que otro visitante que curioso se asoma a su venta y le pregunta por algunas tallas.
De lunes a domingo transcurren sus horas en un banco azul de plástico, que es todo lo que le acompaña en su espacio lleno de ropa para mujer. En un momento toma un respiro y en su billetera contempla la foto de su hija Lourdes, quien es “la luz de sus ojos”.
La vida de Las Luchis, como les conocen en el mercado no ha sido fácil, ella es mamá soltera y su único sustento es una venta de ropa en uno de los mercados municipales. “Mandar a mi hija a la escuela era difícil, pero una vecina me habló de las guarderías de la Muni para que empezara a aprender”.
La colonia donde vive es calificada como peligrosa, una zona roja. La Verbena es el lugar que las ha acogido durante cuatro años desde la llegada de la bebé y también en el momento que la familia le negó su apoyo. Para llegar al centro es necesario que aborde dos buses rojos en los que si no madruga no encuentra lugar para sentarse.
“El jardín ha sido una gran ayuda para mí, intenté dejar a mi hija un par de veces y permanecía angustiada por no saber qué le iba a pasar”.
En 1987, Patricia de Arzú fundó la Secretaría de Asuntos Municipales por Acuerdo Ministerial, lo que inició el funcionamiento del primer jardín infantil municipal.
Dichas centros educativos fueron creados para atender las necesidades de desarrollo de los niños. “Ahí en el jardín le enseñan muchas cosas a mi hija, cada vez que la miro siempre me cuenta lo que aprendió”.
Actualmente funcionan 7 jardines municipales, que brindan atención a más de 1500 niños entre 0 a 7 años.
“Mi hija va al jardín de Santa Ana, para mí significa una gran ayuda porque de mi venta apenas y me sale para vivir. Llevármela es un riesgo porque ella es muy inquieta y en cualquier momento hace una travesura”, relata Lourdes.
Cuando la jornada laboral termina, cuenta uno a uno lo que ha ganado durante el día y se santigua frente a la Virgen de Guadalupe que tiene en su puesto. Después toma Q10 quetzales en sencillo y lo guarda para “los pasajes”, antes de llegar al jardín le compra un chocolate a su hija como recompensa por su buen comportamiento.
Ambas se funden en un abrazo que logra disipar todo lo negativo de la jornada, se dan un beso y emprenden el camino de regreso a casa, con la esperanza que mañana será otro día para luchar.
Los jardines municipales funcionan con base en los componentes: cuidado y protección, salud, alimentación y nutrición, educación y recreación. Las sedes se ubican en zonas con mediano y alto riesgo: zonas 1, 3, 7, 18, 19 y 21.