“Fue la noticia más difícil que recibimos”. Nicole es una niña feliz e inteligente “un poco enojadita y también muy coqueta”, dicen sus papás. A ella le disgusta que cuando intenta decir algo (a través del lenguaje de señas) sus padres no la entiendan.
Su primer año transcurrió con normalidad hasta que de repente sus padres notaron que Nicole no podía escucharlos, ni entender lo que ellos le decían. “Como primera opción fuimos a Pro Ciegos donde indicaron que debíamos examinarla para saber el nivel de audición. Asimismo, nos refirieron al Centro de Audición (CEDAF) para realizarle otros exámenes y el resultado fue que padecía sordera bilateral profunda. Solo escucharía con un implante coclear”.
Una primera opinión no fue suficiente para comprender la realidad que enfrentaban. “Consultamos con otro otorrino para tener otra opinión”, esperaban que el médico diera un resultado diferente, pero los exámenes mostraron lo mismo.
El sueño más grande de Nicole es ser una doctora reconocida, pero sobre todo volver a escuchar la voz de sus papás que será posible a través del implante coclear.
“Por el momento, mi hija no ha recibido ningún tratamiento”. El implante coclear es un dispositivo electrónico, el cual se coloca a través de una cirugía, indicado para las personas que padecen pérdida de audición severa y profunda.
La primera parte de esta prótesis, consiste en introducir un objeto en forma de caracol dentro del oído. La función es convertir las señales de los sonidos en ondas eléctricas.
Las principales funciones del implante son: el control del volumen y cambiar los niveles del mismo según la necesidad del paciente.
“A nuestra niña le gusta pintar, cantar, jugar muñecas, saltar cuerda y ver cómo cocino porque le gusta ayudarme”, dice su mamá.
Después de la operación debe esperar un mes en casa para activar el implante y que pueda escuchar. El costo es elevado y la situación no les permite costearlo. Por ello, “realizamos rifas, kermeses, así como ventas de comida casera”.
Datos de la organización Mundial de la Salud, OMS (OMS, 2013), indican que 360 millones de personas padecen de alguna discapacidad auditiva, lo que equivale a un 5 por ciento de la población mundial. De ellas, 165 millones son personas de más de 65 años, equivalente a 45.8 por ciento; esto implica que una de cada tres personas mayores de 65 años sufre algún tipo de deficiencia auditiva. En América Latina encontraron una prevalencia de 38.6 por ciento.