Si no soportas mirar la sangre ni es de tu agrado, incluso extraerla para efectuar exámenes médicos se convierte en un problema grave hasta el punto de desmayarte, seguro sufres de hemofobia, es decir, le tienes miedo.
Algunos son más tolerantes que otros al momento de presenciar la sangre, pero si eres de los que definitivamente te da pánico, es debido a que la consideras una amenaza y a todo lo que conlleva esto como el uso de jeringas o las inyecciones. Muchas de las personas que la sufren, incluso llegan al punto de no querer recibir ningún tipo de asistencia médica por temor a enfrentar verla.
¿Qué sucede?
Aunque cada uno puede reaccionar de diferente manera a este estímulo, muchos que observan la sangre, ya sea en pequeñas o grandes cantidades, experimentan la disminución de su frecuencia cardíaca y presión arterial. Además, puede generar ansiedad y exaltación en la respiración.
También, provocar pérdida de fuerza en las manos, náuseas, mareos y palidez, incluso padecer a consecuencia de esto episodios de desmayos. Aunque no se sabe con exactitud si la hemofobia puede ser genética, por algún trauma de la niñez o debido a la convivencia familiar con alguien que la padezca, lo seguro es que alrededor del 4 por ciento de las personas lo padecen alrededor del mundo.
Si consideras que tu miedo a la sangre se ha convertido en algo extremo, lo mejor es que consideres acudir a terapia para disminuir los pensamientos negativos que tengas de la sangre y poco a poco ir derribando tus temores y superarlo. Recuerda que de no ser tratado se puede tener repercusiones graves en la vida.
Fuente: Popular Science, www.popsci.com