Ana Cristina tiene 35 años y es madre de tres pequeños. Ella llegó de emergencia al Hospital Roosevelt sin imaginar que no sería como pensaba.
Tuvo a sus hijos en el Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS), pero en esta oportunidad ya no tenía derecho al seguro social porque tenía 5 años sin trabajar y su salud se iba deteriorando.
Hace tres semanas, empezó con hemorragia en su período menstrual y no se detenía. Pasaron los primeros cinco días cuando notó que en lugar de disminuir, se incrementó el sangrado.
La joven madre se preocupó y llamó a un amigo que es doctor, quien le recomendó que tomara unas pastillas y que el flujo sería menor, pero no fue así.
La ida al hospital
Su esposo estaba muy alarmado, pero no tenía dinero para llevarla a una clínica privada y que la examinaran, por ello, llevó a Ana Cristina al Hospital Roosevelt.
Ella llegó con la actitud que esperaba la atendieran rápido, aunque pensaba que estaría muchas horas, pues tenía las expectativas más bajas de los hospitales públicos, pero una sola visita cambió su pensamiento.
Ana Cristina llegó a las 12:00 del mediodía del domingo 15 de abril, ingresó por la emergencia de ginecología y se enfiló, únicamente había tres personas antes de ella.
Esperó solo 15 minutos para ser atendida, la doctora que se encontraba en emergencia, le preguntó qué le pasaba y de inmediato le hicieron una prueba de embarazo, que fue negativa, la misma fue realizada para descartar un aborto espontáneo. Después,
ingresó a la clínica y le pidió se colocara una bata color rosa.
La revisaron dos doctores y una practicante, pero al darse cuenta de la hemorragia, decidieron que le harían una prueba de hematología completa, esperando que los niveles de sangre estuvieran normales.
Pero el nivel de sangre en el cuerpo era muy bajo, mientras tanto el diagnóstico era incierto. Para combatirlo le recetaron tomar mucho hierro y le dieron una orden para ultrasonido, pero ese debería realizarlo en consulta externa, días después.
Cambio de pensamiento
Ana Cristina estuvo en la emergencia una hora, mientras se realizó las pruebas y la examinaron, eso cambió su punto de vista, pues siempre había pensado que la atención en las clínicas públicas era la peor.
A los dos días fue a consulta externa y la atendieron muy rápido. El diagnóstico final era ovarios poliquísticos, por lo cual le recetaron medicamentos y empezó a sentirse mejor.
Con esa rápida visita al hospital se dio cuenta que los doctores dejan en ese lugar sus vidas y su amor por la profesión es lo que los mantiene con ánimo.
Según autoridades del Hospital Roosevelt, en promedio los doctores que se encuentran en las emergencias de los hospitales nacionales reciben a mil personas diarias, que cada una tiene que ser atendida con el cuidado respectivo.
Ana Cristina se fue del hospital y agradeció a los médicos que la atendieron, pues ni en las clínicas privadas la habían atendido como ese día en la emergencia de ginecología.