Era una tarde de diciembre normal para la familia Diéguez. Rosa María, su esposo Joaquín y sus dos hijos se conducían por el bulevar Vista Hermosa, zona 15.
Regresaban de una reunión familiar y todo parecía tranquilo. “Recuerdo la canción que sonaba en la radio en ese momento, me trae una sensación de pánico”, comentó Rosa María.
El tráfico iba fluyendo en el carril en donde Joaquín conducía, pero un vehículo se le atravesó intentando incorporarse. Joaquín todavía frenó para evitar un choque e instintivamente tocó la bocina al otro conductor.
De repente, el piloto se detuvo mientras los carros de atrás comenzaban a bocinar también. “Un tipo rubio con saco se bajó del carro. Vimos que tenía una pistola en la mano. Se acercó a nosotros. Joaquín no se imaginaba lo que iba a pasar, así que no le dio tiempo de cerrar el vidrio”, contó Rosa.
El sujeto apuntó hacia adentro del carro, los niños gritaron y lloraron. Se escucharon dos disparos. Joaquín estaba sangrando del estómago.
Rápidamente, el agresor corrió a su auto y se fue dejando a la familia en la carretera. “Ni siquiera bociné tan fuerte, no entiendo por qué se enojó tanto”, comentó Joaquín.
De los nervios, Rosa no pudo apuntar el número de placa del auto, por lo que nunca darían con él. Llamaron a los bomberos y trasladaron a Joaquín a un hospital privado en la ciudad.
Las balas perforaron su estómago, perdía mucha sangre y la situación lo dejó entre la vida y la muerte.
“Aun no existían cámaras en esa área, fue hace mucho tiempo, pero lo recuerdo como si fuera ayer. No tuve tiempo de reaccionar porque nunca me imaginé que el sujeto estaría armado. Mi primer pensamiento fue mi familia, pensé que le había disparado a los niños”, comentó Joaquín.
“Nos dijeron que solo con un milagro podía salvarse, así que junto rezábamos para que resistiera los procedimientos”, indicó Rosa.
Los médicos aún no se explican cómo Joaquín sobrevivió al ataque armado. Después, de 15 días en el intensivo y una infección, el padre de familia fue trasladado a una habitación normal y luego de un mes, volvió a su casa.
“Fue un milagro. Sabemos que sucede a menudo y no todos tienen la misma suerte de salir con vida”, dijo Joaquín.
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Casos similares
Hacer un cambio de luces, no ceder la vía o bocinar puede ser la condena de muerte para muchos pilotos en el país. Usualmente, los agresores huyen de la escena, luego de disparar.
En 2015, Pablo David Villatoro, futbolista, falleció debido a una discusión con otro conductor en Chiquimula.
En mayo de 2016, Jorge Mario Molina murió, luego de que un piloto le disparara por la espalda en Carretera a El Salvador.
Molina, no le cedió la vía a otro vehículo, por lo que desde una camioneta agrícola dispararon al auto y lo rebasó.
En abril de ese mismo año, un piloto de autobús también murió baleado por no ceder el paso a otro vehículo, en zona 1. Carlos Virula Medrano pereció a causa de disparos, porque le bocinó a otro conductor, en la colonia Tikal 1, zona 7.
El médico David Valdés, también fue atacado a balazos en la ruta de Masagua hacia Escuintla, después de negarse a cederle la vía a otro vehículo. Él sobrevivió al ataque.
En 2017, Edgar Morales fue atacado a balazos por negarse a cederle el paso a otro conductor en la zona 11. En el incidente resultó herido.
El fin de semana pasado, José Eduardo Soto Castellanos y Roberto Carlos Yaquian Ortega, ambos estudiantes de ingeniería de la Universidad de San Carlos, murieron en un ataque armado en Zacapa.
Aunque se desconocen las causas del ataque, una versión relata que en un punto oscuro de la carretera, los jóvenes hicieron un cambio de luces, lo que fue malinterpretado por el automóvil de los agresores, quienes los siguieron para vengarse.
Un estudio realizado por el Centro de Investigación Económicas Nacionales (CIEN) indicó que de enero a marzo de 2019 se registraron 925 homicidios en todo el país.
Los departamentos con mayor número de homicidios son: Guatemala, con 366; Escuintla, con 106; Zacapa, con 50; y Chiquimula, con 49.
Fotos: Arte+, Unsplash.com, Bomberos Municipales.