Manuel, el ángel de sus hermanos
Desde sus primeros años, Manuel Olivares y sus tres hermanitos tuvieron que afrontar la idea de que su padre no formaba parte de su familia, solo su madre les dio amor y todo lo necesario para vivir de buena manera.
Más allá del aporte económico, el apoyo incondicional, los consejos, las caricias al llegar de la escuela, el sabor de su comida incomparable y esa sonrisa sanaban cualquier herida, y acababan con cualquier miedo que podían experimentar.
Lamentablemente, estos días reconfortantes acabarían pronto, ya que la madre de estos niños fue diagnosticada con cáncer y la enfermedad avanzó lo suficiente como para que los médicos le expresaran lo más difícil; pronto fallecería.
Mientras tanto, la madre trató de trabajar en lo que le fuera posible para que el dinero ganado les quedara a sus hijos cuando ella ya no estuviera. Además, la señora ya tenía una pareja actual, a quien le encargaba todos los días que los cuidara y protegiera, como ella lo hacía.
El terrible día llegó y la madre partió. El dolor era inmenso, la soledad resonaba y el miedo de afrontar la vida, eran los protagonistas en los días de los niños. El padrastro, no se encargó de ellos como le había prometido a su mujer, al contrario, al ya no estar ella, decidió abandonar a los niños sin importar las condiciones en las que se quedarían.
Miguel, el más grande (13 años), tuvo que adaptarse a los complejos cambios y desempeñó el papel de madre y padre a la vez. A pesar de que la tristeza era inmensa en los cuatro, el mayor tuvo que dejar a un lado su dolor para enfocarse de mejor manera para sacar adelante a sus hermanitos.
La realidad acecha
La situación se complicó aún más, ya que llegó el momento de pagar la renta del cuarto en el que vivían y carecían del dinero. El dueño del lugar se enteró del caso y les permitió seguir viviendo en el lugar, sin importar que ellos no pagaran.
Por la noche, Manuel y sus hermanos duermen en un colchón, y por las mañanas, se despierta muy temprano para preparar el desayuno para sus hermanos. A falta de recursos y saber qué cocinar, a menudo disfrutan de un plato de arroz y salsa de soya. A pesar de las limitaciones disfrutan compartir aún entre ellos, aunque la ausencia de su madre les duela cada vez más.
En ocasiones, sus vecinos les permiten cortar mangos de su árbol para venderlos en el mercado y así ganar algo de dinero. La cantidad que gana, Manuel la utiliza para comprar arroz y presupuesta la cantidad restante para otros alimentos. Cuando sus vecinos no le permiten vender, el hermano mayor busca otra manera de ganar dinero.
En los días más difíciles, en los que tenían que enfrentarse a poca cantidad de comida, Manuel sacrificaba la suya para dársela a alguno de sus hermanos. Prefería que ellos estuvieran bien y pudieran comer al menos un tiempo de comida al día.
Aturdido por la situación tan amarga, uno de sus vecinos contactó ayuda, pues muchas veces lloraban toda la noche de hambre. Afortunadamente, la consiguieron.
Corazones solidarios
Un grupo de personas organizó el programa Misión Posible, por medio del cual se le brindaba ayuda a niños que pasaban por situaciones similares. Viajaron al lugar en donde estaban y les dieron artículos de supermercado para que pudieran comer bien. También, les brindaron útiles escolares, les facilitaron su inscripción y mensualidades para que asistieran de nuevo a estudiar.
Con la ayuda del programa de servicio público de ABS-CBN, Manuel y sus hermanos recibieron almohadas, colchones de espuma, gabinetes para colocar sus utensilios, mesas, silla para tener dónde comer, estufa para cocinarse, ropa, zapatos y una buena despensa de comida.
El aporte de estos programas hizo posible que Manuel y sus hermanitos tuvieran mayor estabilidad, aunque sepan que a pesar de todo, seguirán extrañando esas caricias, sonrisa y consejos de mamá.
Fuente: Nation