Plantados y cuidados en el frío de Tecpán, Chimaltenango, hasta 7 mil pinabetes se preparan para llegar a la sala de un hogar y ser adornados por una familia. Sin embargo, detrás del crecimiento de un árbol existe la finca Chichavac, donde se han dedicado desde 1899 a la siembra del icónico árbol de la Navidad.
La finca fue nombrada así por los pobladores, debido a que una ciénaga solía permanecer en ese lugar; mientras, el nombre Chichavac proviene del cakchiquel “Lugar de la ciénaga”. La finca está conformada por 28 cuerpos diferentes de terrenos, en lo que se encontró una gran concentración de cal, razón por la cual comenzó el negocio en el lugar.
Un negocio que nació de una decoración
“Antes, esta finca estaba dedicaba a ser un aserradero y a la producción de cal, con un horno que solía funcionar desde finales del siglo XIX. Sin embargo, mi padre decidió plantar algunos pinabetes de manera ornamental y pronto nos dimos cuenta de que crecieron y generaron más árboles rápidamente. Cuando cerramos el horno, en 1986, los pinabetes levantaron el negocio”, recuerda Salvador Pira.
Fundado por un sueco que llegó a Guatemala en 1886, gracias a un agricultor alemán que tenía tierras en Chimaltenango, hoy cuidado por su nieto, la finca se ha dedicado a sembrar y vender de manera segura y controlada los pinabetes. “Junto con el Instituto Nacional de Bosques (INAB), hemos protegido la especie y evitado su venta sin marchamo. Asimismo, logramos prevenir su extinción”, agrega Pira.
“Yo estudié Ingeniería en Sistemas en la Universidad Mariano Gálvez, pero era finquero de fines de semana. Cuando murió mi abuelo, mi padre se quedó con el negocio y nosotros lo apoyamos. Luego, mi padre nos lo heredó y con mi jubilación le he dedicado los últimos 30 años a esta finca y a proteger el pinabete”, resalta Pira.
Ahora, la finca Chichavac y Pira han logrado crear mejores ambientes para la reproducción y cuidado correcto de los pinabetes. Gracias a la manera de venta que desarrollan en la finca, logran hacer crecer la población del pinabete sin llegar al extremo de consumir bosques enteros. La plantación se encuentra en el kilómetro 93.5 CA-1, en Tecpán, Chimaltenango, y atiende todos los días desde las 8 horas.
Una especie en peligro
A pesar de ser una tradición navideña tener un árbol en la sala del hogar, el pinabete se halla en peligro por la tala y venta ilegal. En lugares como San Marcos, Chimaltenango, Escuintla o Quetzaltenango, se han localizado personas que se dedican a vender por partes el pinabete y a partir de las ramas vuelven a armar otro.
“Tenemos registradas 24 plantaciones en Chimaltenango, que pueden dedicarse al comercio legal. Al estar registrados, el INAB da la posibilidad para poder vender el árbol con cada marchamo de manera legal. Cada pinabete debe estar marcado por un marchamo del INAB y el Consejo Nacional de Áreas Protegidas (CONAP). Un solo árbol puede llegar a costar hasta Q800”, afirma Mario Salguero, del INAB.
Por otro lado, la Policía Nacional Civil comienza con movimientos en diferentes carreteras del territorio nacional para poder controlar el transporte del pinabete. Según Héctor Vásquez, jefe de la delegación del INAB de la PNC: “Nosotros buscamos la conservación y tratamos de detener el tráfico ilegal del pinabete. Tratamos de capturar siempre al que comercializa, pero hay muchos que, sin saber, compran de manera ilegal y son capturados”.
Según la Ley de Áreas Protegidas, quien ilegalmente transporte, intercambie, comercialice o exporte ejemplares vivos o muertos, partes o derivados de productos de flora y fauna silvestre amenazadas de extinción, puede ser sancionado con prisión de cinco a diez años y multa de Q10 mil a Q20 mil. ¿Crees correcto el control de este tipo de especies que están en vías de la extinción?