Alberto Chimal nació en Toluca, México, en 1970. Desde pequeño supo que lo suyo era la literatura. Después de una carrera universitaria muy diferente, ahora es uno de los novelistas y cuentistas más reconocidos de la región.
Recientemente, publicó su libro Manos de Lumbre, que reúne seis relatos sobre la verdad y realidad, sin dejar de lado su característica imaginación fantástica.
En una visita rápida presentó esta obra en Guatemala como escritor invitado a la XVI Feria Internacional del Libro en Guatemala (FILGUA). En pocos días, impartió charlas sobre algo que él sabe crear muy bien: personajes.
¿Cuándo supo que quería dedicarse a escribir?
Desde chiquito me interesó. Vivía en una familia muy grande, de esas en las que es muy fácil quedarse solo, así que yo me acompañaba leyendo. Leía los libros en la casa de mi mamá y fui conociendo autores.
Decía: “Quisiera intentarlo”. Comencé con los intentos de escribir durante la primaria. Cuando tenía 16 años me di cuenta. Ese año, gané mi primer reconocimiento literario.
Ahora, escribo cuento y novela. Me gusta incluir elementos de literatura fantástica tanto para adultos, como para niños. También, me dedico a dar clases de escritura creativa y temas relacionados en la universidad
En Guatemala, el escenario para los escritores es complicado. Publicar un libro suena a una tarea titánica y vivir de la escritura, se relaciona con morir de hambre. ¿Cómo es el ambiente en México?
Lamentablemente, el escenario muy parecido. Es difícil darse a conocer y vivir de la escritura. No es culpa de la gente que escribe, sino de la precariedad económica.
A pesar de ello, creo que hay maneras de ir haciendo una vida con la escritura y no de la escritura. No para vivir de ella, sino para hacerla parte de la vida.
Aquí y quizás en muchos otros países latinos existe un prejuicio hacia las personas que quieren estudiar una carrera en letras o filosofía, así como a quienes quieren dedicarse a escribir. ¿Cómo fue su experiencia?
Fue muy difícil para mí encontrar una carrera universitaria. Mi familia se opuso rotundamente a que estudiara humanidades, querían que estudiara algo de “provecho”.
Acabé estudiando informática. Aunque me gradué con honores, yo quería otra cosa. Les dije: “Aquí está el diploma, muchas gracias, pero lo mío es ser escritor”.
Luego, saqué por mi cuenta, diplomados y una maestría en letras. Es un prejuicio porque desgraciadamente se olvida que esto tiene un valor. No es monetario, sino comunitario. Se crean lazos entre personas, mitiga la violencia y permite comprendernos mejor.
En México, también hay un prejuicio muy fuerte contra la imaginación, de lo que no sea un realismo político social. Uno de los caminos que encontré para tratar de sobrepasarlo fue la literatura infantil y juvenil.
No le hacen mucho caso en términos de crítica, pero sí llega a los lectores. Lo más interesante y audaz que se está escribiendo en México está ahí.
¿Qué elementos de su estilo y el proceso de escribir una obra deben variar al momento de dirigirse a un público infantil y a uno adulto?
No es que yo piense en qué momento va a ser para cada público. Pienso en una historia y luego se viene la forma en cómo adaptarla. No puedo planearlo y decir: “Ahora, me toca escribir para niños; ahora, para adultos”.
¿Qué temas toca directa o indirectamente en sus obras?
Un tema que me gusta muchísimo es la imaginación para inventar mundos y personajes, para entretenernos y escaparnos, porque eso está bien.
Esto, también sirve para pensar en el mundo de otra manera, para buscar alternativas de vida y entendernos entre humanos. Me gusta también el tema del abuso del poder político y económico.
Junto a su esposa manejan el canal literario en YouTube “Alberto y Raquel”. En esta era digital, ¿considera que el Internet o estas plataformas son una amenaza para la literatura?
Se decía que en la actualidad no iban a existir libros en papel, pero aquí siguen. La gente sigue leyendo. Tecnología y papel se están complementando.
Es más, ninguna de las tecnologías con las que nos hemos comunicado han desaparecido. Todavía escribimos con lápiz, seguimos hablando.
Nuestro canal fue idea de mi esposa Raquel Castro, que también es escritora. Comenzamos a experimentar a finales de 2015 hasta que encontramos esta plataforma.
Quizás suena un poco cursi, pero nos parece que es importante tratar de dar y enseñar algo a los lectores. No queremos que sea nada más una transacción de decir: “Compren mis libros, vengan a verme”. No.
Es por eso que hablamos de temas de literatura, autores, libros y damos consejos de escritura. Este año, tenemos un club de lectura virtual en donde los lectores comentan con nosotros un mismo libro.
De todas sus obras, ¿cuál es su favorita?
Por el trabajo que me costó sería La Torre y el Jardín. Me tardé ocho años haciéndola, pero creo que me quedó muy bien. Fue finalista de un premio literario importante.
Por el lado del afecto y la satisfacción sería Gente del Mundo y La Partida, un libro doble que comparte páginas con La madre y la muerte, de Alberto Laiseca.
Ese libro es para niños, pero habla sobre la muerte, un tema “fuerte” para este público. Son dos historias distintas e independientes en la cual la madre pierde a su hijo.
Cuenta con muchos lectores que le tienen afecto porque sirve para acompañar a la gente en su duelo. Yo mismo escribí mi cuento basado en mi propio duelo cuando murió mi madre.
¿Qué autores han influenciado su trabajo literario?
Mi mayor influencia han sido escritores de cuento como Edgar Allan Poe, Jorge Luis Borges y Amparo Dávila.
Te puede interesar: Ferias de libros antiguos y usados también guardan joyas por descubrir
¿Existe algún libro que definitivamente no volvería a leer?
Hay varios que no volvería a leer. Por ejemplo, los libros de la saga Canción de hielo y fuego, de George R. R. Martin, conocidos popularmente como Juego de Tronos.
Existen tantos buenos ejemplos de obras de fantasía, como las de Tolkien, que están bien descritas. En cambio con esta, en lugar de sentirme en un castillo medieval, me sentía en una tienda de objetos usados; todo está amontonado.
Mucho se dice sobre el fracaso de la mayoría de adaptaciones cinematográficas de obras populares. En su caso, escribió el guion para la película 7:19 (2016), dirigida por Jorge Michel Grau. ¿Por qué cree que esto sucede?
Creo que lo primero que debe tener una adaptación es que sea fiel al cine o al medio en donde se reproduzca y, luego, a su fuente. Debe una buena obra en su medio primero.
Por ejemplo, la tercera película de la saga de Harry Potter es mi favorita, porque tiene más movimiento de cámara y, en general, es una buena pieza de cine.
Para que una adaptación funcione, no se trata solo de poner a actores a decir literalmente los diálogos del libro.
¿Qué características de personalidad debe tener un escritor para más que ser exitoso esté satisfecho con su trabajo?
Son cuatro cosas. Tener mucha paciencia o aprender a ser paciente. Nada sale rápido. Además, una tolerancia a la frustración y curiosidad para descubrir y experimentar nuevas situaciones.
Eso es básico, también la empatía, esa capacidad para comprender a la gente y ponerse en sus zapatos. Esta sirve para crear personajes y representar personas que no sean lo mismo de siempre y que ahora es popular: “Yo mismo, solo yo”.
Chimal ganó el Premio Nacional de Cuento por su libro Éstos son los días (2004) y el Premio Colima por Manda fuego (2013). Sus obras han sido traducidas al inglés, italiano y francés.
Durante su visita a Guatemala, participó en el programa FILGUA Adentro, en donde escritores reconocidos comparten una mañana con estudiantes y jóvenes de establecimientos educativos. Su experiencia en el INEB Mixto Adrián Zapata fue “una esperanza para la humanidad”.
Vive en Ciudad de México, en donde continúa escribiendo. Parte de su tiempo lo dedica a impartir clases de literatura y escritura creativa.
Fotos: Filgua, Elena Gaytán, cortesía Alberto Chimal.