Fotografías por Osman Velásquez / Relato
El domingo 3 de junio se reportó en horas de la tarde una voraz erupción del Volcán de Fuego. Miles de vecinos de la aldea Los Lotes y El Rodeo, Escuintla tuvieron que correr por salvar su vida de la ardiente y sofocante nube que arremetía contra cualquier cosa a su paso.
Inmediatamente Guatemala despertó. Miles de personas abrieron las puertas de su casa, hoteles, iglesias y salones municipales para albergar a las víctimas del desastre natural. No pasó mucho tiempo para que empresas de gran envergadura del país se coordinaran para hacer donaciones y poco a poco el pueblo se fue organizando.
Aunque la tragedia ocurrió en Escuintla, varios pobladores de diversos departamentos se volcaron a la ayuda. Se habilitaron puntos de acopio en Quetzaltenango, San Marcos, Guatemala, Sacatepéquez, Jalapa, Jutiapa, Suchitepéquez, Petén, Alta Verapaz y Zacapa, entre otros.
No fue necesaria la convocatoria masiva, la población conocía la necesidad e inmediatamente compró los artículos necesarios para las personas albergadas y hospitales que atenderían la emergencia.
Pese a que no ha finalizado la búsqueda en los lugares de la catástrofe, las guatemaltecas y guatemaltecos siguen acudiendo a estos centros para dejar víveres, papel higiénico, pañales desechables y otros artículos de cuidado personal.
No cabe duda que Guatemala está copado de personas con un gran corazón, como un pequeño vendedor ambulante de Carchá, que entregó la totalidad de su venta en el día para ayudar a los damnificados. O por ejemplo la recolectora de latas, de avanzada edad, que llegó a dejar su donativo en efectivo a un centro de acopio en Ipala, Chiquimula.