Beatriz de Marroquín sabía lo que podía significar el cáncer de mama, su abuela y madre pelearon con la enfermedad y perdieron la batalla. A pesar de ello, nunca se imaginó que tendría que enfrentarla personalmente.
En enero de 2016, llegó esa noticia: “Beatriz tienes cáncer de mama”, así supo que la historia volvía a repetirse en su familia. Se sintió dos masas en uno de sus senos y otra en la axila, entonces acudió al médico, quien le diagnosticó positivo. Ella ya lo sabía, pues desde pequeña presenció cómo esta enfermedad acabó con su mamá a los 37 años, dejándola huérfana.
Su infancia fue difícil porque se encargó de sus hermanos más pequeños. Con el tiempo comprendió lo que había pasado y se preparó mentalmente para saber que algún día podía pasarle a ella. “Yo vi cuando mi mamá murió de cáncer de seno, fue muy cruel y desgastante. Fue al doctor cuando su enfermedad estaba muy avanzada, ya no se pudo hacer nada”, contó.
Beatriz recuerda cómo vio a su mamá desahuciada y presenciaba los cuidados que le daban en casa. El cáncer penetró en su sangre causándole erupciones que le provocaban llagas y gusanos. Todas esas experiencias quedaron en su corazón y mente, sin saber que ella debería volver a ser fuerte.
Según la doctora Blanca Alfaro, de la Liga Nacional Contra el Cáncer, la incidencia de cáncer de mama está aumentando en el mundo sobre todo en los países desarrollados. Sin embargo, en esos países, a pesar del aumento, la tasa de mortalidad ha disminuido, lo cual se atribuye a los programas de detección precoz, a los avances y el acceso en el tratamiento sistémico.
Al crecer, casarse y tener hijos, sabía que existía la posibilidad de algún día recibir el mismo diagnóstico que su mamá. Nunca se examinó ni educó sobre el tema del cáncer, pero al autoexaminarse se sintió dos bolitas en el seno. Aunque no le dolía en ese momento, después sí sintió mucho dolor en sus senos y acudió al médico.
En el Instituto Nacional de Cancerología (INCAN) se hizo la biopsia y salió positiva y le confirmaron que era por causa genética y hereditaria de su abuela y mamá. “Para mí no fue duro asimilar cuando el médico me dijo: es cáncer, pero para mis hijos fue sorprendente, además que mi esposo pensaba que era solo un sueño”, relató.
Su familia se derrumbaba, pero aún así, Beatriz comenzó con la quimioterapia y mostrarse como el roble que siempre había sido para ellos. Esto tuvo sus consecuencias, perdió el pelo y la motricidad de sus manos, además que se le dormían los pies, fue un proceso difícil. A la tercera quimioterapia llegó el momento de operarla. El doctor le informó que, aparte de sacar 26 ganglios para asegurarse que el cáncer no se había esparcido a otra parte del cuerpo, también debían quitarle el seno.
Todo salió bien y comenzó su recuperación con la ayuda de su familia y principalmente de su hija. Sin embargo, la primera vez que Beatriz se vio al espejo sin seno fue impactante. “Te observas como si faltara algo, pero es un proceso de aprendizaje”. Esto no la detuvo y siempre se mantuvo optimista, incluso lo tomó como una misión de ayudar a otras mujeres en la misma situación. Se ganó el apodo: la señora coqueta, por su buen espíritu.
A pesar de que ya pasó por todo el proceso y logró superar toda expectativa, debe acudir a consulta médica cada 22 días para hacerse exámenes y asegurarse que todo está bien. Sabe que el cáncer es de por vida, pero eso no le impide mostrarse de buen ánimo y sobre todo de vivir intensamente. Beatriz dijo entre sonrisas: “Hacer que cada instante valga la pena”.
Fuente: Beatriz de Marroquín, sobreviviente de cáncer de mama. Campaña Payless apoya la causa contra el Cáncer de Mama.