Cristóbal ya no tiene a nadie. Su esposa murió, no tuvieron hijos y con sus hermanos ya no tiene comunicación.
Él inició trabajando en el cementerio general, cuando aún era muy joven; apenas tenía 16 años y ya buscaba dónde conseguir algunos centavos. Su padrino le recomendó buscar trabajo en el camposanto, porque “siempre habrá muertos”. A él, esa idea nunca se le borró y, por el contrario, cada vez que había una persona que sepultar, se alegraba porque le llegaban unos quetzales.
Cristóbal, quien en aquel tiempo era conocido como “Cristo”, se encargaba de componer lápidas, arreglar flores, agregarle los floreros a las tumbas y hasta conseguir a alguien que cantara en un sepelio.
Siempre soñó con convertirse en médico forense, pero la situación económica de su familia no era la mejor, pues siempre tuvo que buscar la manera de ganarse la vida y su sueño de ser doctor no lo alcanzó, ya que era estudiar o trabajar.
Cuando Cristóbal tenía 22 años conoció a Angélica. Ambos vivían cerca de la zona 3 y fue precisamente en una tienda donde nació el amor. Él la empezó enamorar y al poco tiempo se la robó de su casa. Él le prometió que estando juntos no pasarían hambre ni tampoco miseria, porque siempre iba dar todo de su parte por estar feliz con ella. Ella aceptó y juntos construyeron un hogar.
Juntos intentaron muchas veces tener hijos, pero la suerte no les favorecía. Cristóbal insistió que se quedaran solos, que Dios tenía planes para ambos y aunque a Angélica eso la ponía muy triste, aceptó. Solo fueron ellos dos, siempre.
Hace apenas cinco años, él se quedó solo; el amor de su vida murió por un cáncer. Cristóbal siempre hizo lo imposible por verla sonreír y ahora, con lágrimas, recuerda esos días cuando la abrazaba y compartía todo con ella.
Hoy en día, Cristóbal aún se encarga de cuidar las tumbas de las personas que han llegado al cementerio general, pero sin cobrar. Algunas veces se pone a cortar la grama o barrer; incluso, limpia las lápidas porque cada una de ellas le recuerda el amor que tenía por Angélica.
Todos los días pienso en ella. Ella me hacía mejor persona, era quien me llenaba de amor y ahora solo la puedo sentir en el viento”. – Cristóbal
Este año, Cristóbal cumple casi 50 años de trabajar en el cementerio general, y de alguna u otra manera se ha encargado de tener siempre un pan en la mesa y la confianza puesta en Dios.