De quetzal en quetzal, Iván llegó a Rusia 2018 imagen

Iván lloró sentado en una butaca, desde lo más alto del estadio mientras iniciaba el protocolo. Estaba por primera vez en un partido mundialista.

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Cuando una persona se fija una meta, hace todo lo que esté en sus manos para alcanzarla. Iván Rosales hace cuatro años comenzó a organizarse para viajar al Mundial de Rusia 2018 y con una ingeniosa idea, logró su objetivo.



Foto cortesía Iván Rosales

El guatemalteco de 27 años llegó a la máxima cita; vio el partido entre Croacia y Dinamarca completamente en vivo, comió y bebió en el país dividido entre dos continentes; percibió su clima y sus olores. Anhelaba ver a su selección favorita en el campo: Argentina, pero esa parte del sueño deportivo tendrá que esperar.



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Cuando comenzó la estrategia compró una caneca con capacidad de almacenar cinco galones, la acomodó en una esquina de su casa, ubicada en un residencial de la zona 7. Era un bote blanco, firmado por sus amigos y la frase “allí estaré” en ruso. Cada quincena reservó Q100 o Q200 de su sueldo como vendedor de tarjetas de crédito y de artículos industriales para cambiar por fichas y sumarlas a la cuenta. Pero su familia y amigos también contribuyeron.



Foto cortesía Iván Rosales

Iván, con una mente ávida y chispeante pidió durante los cuatro años, a todos sus conocidos, al menos un quetzal “para el pasaje, el que lo llevaría al mundial”. Logró acumular al menos Q4 mil que aprovechó para conocer lo mejor de Rusia.



Invirtió varias horas buscando la forma de comprar los boletos aéreos, las mejores ubicaciones para el hospedaje, los medios de transporte más recomendables y desde enero de este año comenzó a asistir a clases de ruso junto al profesor Ronny Morales. Cuatro horas en las que se adaptó al que luego se convertiría en su único medio de comunicación.



Foto cortesía Iván Rosales

Lleno de ilusión y ansiedad se postuló junto a su hermano para obtener las entradas a dos partidos y recibió una buena noticia. Su petición le permitiría por primera vez en la vida, asistir a un encuentro de talla mundial y sería en la llave de octavos de final.

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No existen palabras suficientes para describir el momento. Desde una noche antes comenzó la aventura, cuando viajó en metro desde Moscú hacia la ciudad de Nizhni Nóvgorod, al oeste de Rusia. Ocho horas de expectativa y un agujero en el estómago. Iván caminó de un lugar a otro con la camisola y la bandera de Guatemala. Recogieron su identificación como aficionados y la inquietud cada vez se hacía más evidente. Junto a su hermano, estaban eufóricos.



Foto cortesía Iván Rosales

Esa madrugada estaba nublada, con pronóstico de lluvia, pero el agua no se presentó. Muchas personas caminaban alrededor del estadio con distintas camisas, pero en su mayoría eran europeos que les pedían fotografías. El calor húmedo se hacía a cada hora más sensible y pronosticaba un día agradable e inolvidable.



El juego estaba previsto para las 21:00 horas de Rusia. Dos horas antes Iván ya estaba con su hermano fuera del escenario deportivo. Tuvo la suerte incluso de ver los penales entre el anfitrión y España en pantallas gigantes. Cuando terminó la antesala, se acercó a las puertas de acceso y sin insoportables colas, comenzó a caminar hacia adentro. Los controles de seguridad eran más severos que en cualquier aeropuerto. Cruzó el umbral directo a la felicidad de cualquier aficionado.



Foto cortesía Iván Rosales

Aunque no eran sus combinados nacionales preferidos, quisieron vivir al máximo la fiesta futbolera. Comieron uno de los hot dogs más caros, prefabricados y feos de su vida, pero cada segundo valió la pena.

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Iván, como miles de personas que vivieron por primera vez un partido mundialista, lloró cuando inició el protocolo. Jamás imaginó que aquella descabellada idea le permitiría vivir el sueño que toda persona aficionada tiene en el mundo.



Foto cortesía Iván Rosales

Después de finalizar el encuentro aún pudo vivir tres horas más de fiesta, junto a millones de rusos, en Rusia y luego que la selección local había ganado. Una verdadera pasión que también le dejó buenos amigos y alguno que otro suvenir. Como a cenicienta, el tiempo se le agotó, tuvo que tomar el metro y volver a Moscú. Su vida había cambiado por completo.



Foto cortesía Iván Rosales

Aún tuvo la oportunidad de comprar una alcancía que le permitirá comenzar de nueva cuenta, pensando en el mundial de Qatar 2022. 

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