El consumo de agua o comida contaminada, sangre infectada u otros fluidos corporales ha provocado el contagio de la hepatitis en todo el mundo. Este 28 de julio, la Organización Mundial de la Salud (OMS) conmemora la lucha para la erradicación de esta enfermedad.
Este año, la OMS decidió adoptar el lema: “Es hora de invertir en la eliminación de las hepatitis”, además de centrar su campaña de concientización en la necesidad de incrementar el financiamiento para los servicios de prevención, prueba, tratamiento y atención de dicha enfermedad.
Lucía, quien reside en Ciudad de Guatemala, combatió de frente la hepatitis tipo A. Este tipo de virosis hepática es, por lo general, una enfermedad leve y común entre los niños. Lucía tenía 18 años cuando fue contagiada. “Cuando fui a una clínica, tras varios días de sufrir náuseas y vómitos, sentía miedo. Al saber que se trataba de hepatitis, el pavor te invade inmediatamente, porque uno suele recordar los varios tipos de hepatitis que te enseñan en el colegio”, comentó.
“Lo más importante que aprendí, tras contraer hepatitis, fue lo fácil que puedes contagiarte y contagiar a otros. Prácticamente pudo ser en cualquier momento en el cual puedes consumir o estar en contacto con algo contaminado. A veces compartimos parte de nuestro almuerzo entre los compañeros de trabajo, por lo que con algún alimento que estuviera contaminada, varios podrían resultar enfermos”, reflexiona Lucía sobre su experiencia.
En la hepatitis A, los síntomas consisten en cansancio, un cambio repentino de color amarillento en la piel, náuseas y vómitos, así como orina de color oscuro. Suele ser más grave si se tiene en la edad adulta.
Sin embargo, este es un caso del tipo más tratable de hepatitis. En el tipo B, el contagio se produce a través de fluidos corporales infectados, como la sangre, el semen, las secreciones vaginales, la saliva, las lágrimas y la orina. Según la OMS, se estima que hay 257 millones de personas con infección crónica por el virus de la hepatitis B. Esta puede causar la muerte al crear una cirrosis hepática o cáncer de hígado.
Por otro lado, la hepatitis C se transmite por contacto directo con la sangre de una persona infectada. Sus principales formas de transmisión suelen ser agujas o jeringuillas infectadas, transfusiones sanguíneas o material infectado en el sanitario, al hacerse tatuajes o piercings con equipo contaminado o durante el parto. Este puede resultar en casos crónicos o agudos.
Por último, la hepatitis D es la más grave y se transmite por las mismas vías que el virus de la hepatitis B. Es una virosis hepática muy especial, pues necesita la existencia de una infección por el virus de la hepatitis B para poder sobrevivir en el ser humano. Gracias al trabajo de prevención en el mundo al tratar la hepatitis B, el número mundial de infectados por el virus de hepatitis D ha disminuido desde los años 80.
Por ello, la OMS recomienda prevenir estas enfermedades con las vacunas para la hepatitis tipo A y B, no consumir agua o alimentos de dudosa procedencia, así como presentarse lo antes posible a un centro médico tras presentar los síntomas, así se evitará la propagación de la hepatitis entre las personas más cercanas.