Algunos se vistieron de gala y posaron frente a la laptop. Otros solo con camisa de vestir, corbata, saco y pantalones cortos bajo la mesa se unieron a las 12 como rezaba la invitación. Pero todos, todos los 350 invitados lo hicieron para celebrar a Isabela y Rodrigo.
No hubo salones de belleza, ni citas con la manicurista, los zapatos lustrados quedaron de lado y en su lugar chancletas o tenis vistieron sus pies. Esa mañana pasaba lo que pocos creían posible, Isabela se haría de marido. La mujer aguerrida y que todos creían jamás se sometería a llevar el “de” en su nombre había encontrado a su otra mitad.
Y fue en medio de la pandemia que la cuarentona y el quincuagenario decidieron que era tiempo ya. Su romance comenzó hace unos dos años y los ecos de campanas en diciembre pasado. “Lo hablamos como se habla del clima, pero sabíamos que era algo que teníamos que hacer, pues ya llevábamos un año de vivir juntos”, recuerda la recién estrenada en las artes del matrimonio.
La pareja había decidido que marzo sería una buena época, pero el coronavirus les cambió los planes. Decidimos esperar y el tiempo pasó, recuerdan. Temerosos de que llegara el 4 de julio y la situación no mejorara, tomaron la decisión. “Si lo vamos a hacer, hagámoslo con algo que podamos compartirlo con muchos”, se dijeron.
Fue entonces que la plataforma virtual de Zoom se convirtió en el vehículo ideal. Se puede tener a mucha gente conectada y es en tiempo real, razonaron. Y en el lugar bastaba con tener al abogado y dos testigos para que su unión tuviese validez legal.
“Un amigo hizo la invitación para la boda, bueno la reunión de Zoom”, asegura Isa. Luego vino el tema de aprender a usar la app, pues nunca había tenido una reunión tan grande. Pagó el servicio para que 500 personas pudiesen conectarse simultáneamente y sin restricciones de tiempo. Luego, en lugar de ensayos y reuniones de planificación, la pareja comenzó a hacer pruebas de conexión. “Teníamos miedo que se fuera la luz o que fallara el internet, no queríamos dejar nada sin contemplar”, recuerdan. Y para evitar imprevistos, alquilaron una planta eléctrica de gasolina.
“A los mayores les explicamos cómo usar la plataforma y cuándo debían conectarse”. Isa
Luego vino el tema de los arreglos de flores, que, aunque fuese virtual había que engalanar el ambiente. Así se compraron diez arreglos de orquídeas y rosas blancas, que colocaron alrededor de la mesa donde firmarían su unión. Como complemento, enviaron 150 botellas de vino a los invitados que viven en Guatemala y para los que residen fuera una invitación impresa.
Tras semanas de planificar su momento especial, la fecha llegó y esa mañana, aunque la invitación decía 12 del mediodía, muchos ya estaban esperando ser admitidos a la reunión. Para sorpresa de la pareja, la mayoría de invitados había pedido comida a restaurantes que acompañaron con el vino tinto que les enviaron. “Algunos estaban vestidos de gala y nos dejaron verlos de cuerpo completo, otros estaban sentados en sus comedores esperando que comenzara el evento”.
A las 12 en punto, del 4 de julio, Londres, Berna, San José, Nueva York, San Marcos y la ciudad de Guatemala se dieron cita para acompañarlos. El abogado leyó el acta y dio unas palabras para los recién casados, luego uno a uno los invitados les dieron un mensaje. Acto seguido un brindis para celebrar y la gran mayoría comenzó el almuerzo.
Hubo llanto de felicidad, algo que según Isa le dio el toque especial al evento cuando los recién casados agradecieron a la concurrencia virtual. “Lo hicimos así para no violar ninguna disposición durante la pandemia, pero fue tan emotivo como si hubiesen estado allí con nosotros”.
De la experiencia de Isa y Rodrigo, como muchas otras, ha surgido una nueva tendencia asegura Irene Ramírez, una wedding planner. Las bodas virtuales, en época de coronavirus se han popularizado, especialmente entre aquellas parejas que no quieren esperar al próximo año y arriesgarse a que no puedan unirse en matrimonio.
Por un lado, la inmediatez de celebrar la boda, facilita a los contrayentes reducir los gastos que conlleva una celebración. Si, por ejemplo, si les van a entregar su casa a finales de año y no quieren tenerla vacía, este tipo de eventos les facilita el poder irse a vivir juntos, sin que los padres se opongan. Además, en términos de eficiencia y planificación son más fáciles de organizar, asegura la experta.
“Últimamente he sabido de más personas que están optando por la boda (civil) virtual, para evitar gastos y poder invertir más recursos en sus casas”, Irene Ramírez.
Irene asegura que el mes entrante está invitada a dos bodas que, al igual que la suya, implementarán la plataforma para legalizar su unión. Sobre la boda religiosa, Irene y Rodrigo espera que en el cielo Dios pueda comprender que será hasta el próximo año que le visiten, ella de blanco y él de leva para finalizar lo que esta pandemia interrumpió.