En una esquina de la Plaza de la Constitución, se colocan los vendedores de maicillo. Están más cerca de la Catedral Metropolitana y de las palomas. Ahí también se encuentra el puesto de Carlos Roberto Peña, quien durante 30 años se ha sentado en el mismo lugar vendiendo maicillo.
Confiesa que, a pesar de ser uno de los pocos vendedores que posee papeles, nunca se ha puesto donde la Municipalidad le autorizó. “Ahí se ponían los corruptos”, comentó el peculiar personaje. Son muchos los que venden maicillo simultáneamente y en el mismo sector del parque. De acuerdo con Carlos, esa es la razón por la cual las ventas han bajado.
“Me va muy mal, estoy en la calle. Vivo en la banqueta del Hospital General. Me alcanza para seguir viviendo nada más”, mencionó Carlos. Lo que gana de la venta no le alcanza ni siquiera para alquilar un cuarto de Q300.
Sin embargo, Peña asegura que no está en la calle por la poca venta. “Estoy en la calle por el tobogán y la pista de hielo”, expresó. Durante 22 días, no trabaja y poco a poco, quedó en la bancarrota.
Carlos es el único vendedor que da dos bolsitas de maicillo por un quetzal. Con lo que gana, además de comprar sus alimentos y ropa, debe comprar las bolsitas de plástico en el mercado. “Pero así le dije a la gente: van a ver que nunca voy a cambiar el precio pase lo que pase. Ahora estoy en la calle y mi precio sigue igual, pero, cuesta”, agregó.
Con una barba bíblica, unos lentes oscuros y unos audífonos, Carlos parece no saber lo que está sucediendo detrás de él. Ni el sonido ni la gente parece distraerlo de su música y su mundo frente a las palomas y la catedral. Sin embargo, es uno de los muchos testigos del tiempo. A su alrededor, han ocurrido protestas, desfiles, procesiones y muchos eventos, que en su momento, fueron grabados en la historia.
“Las manifestaciones tienen siempre algo malo y bueno. Todo tiene dos lados”, opinó Carlos sobre la movilización del 20 de septiembre, a la cual se unió con una voz llena de energía, gritando: “¡Iván para adentro, Jimmy para afuera!”.
Peña está a unos meses de celebrar su cumpleaños número 90. Tiene “89 años, ocho meses y días”. A esa edad, Carlos se ve fuerte y lleno de energía, a pesar de las dificultades que ha pasado en su vida. “Hacía bicicleta, natación, boxeo y levantamiento de pesas; por eso me he defendido”, indicó.
“Dios ha sido mi primer protector”, finalizó Carlos, quien vuelve a su mundo entre bolsas negras y maicillo colgando de lazos. Su puesto era como un espacio de tranquilidad entre la turbulenta realidad. Detrás de él, cientos de guatemaltecos manifestaban en contra de la corrupción.
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Fotos: Elena Gaytán