Para la excandidata presidencial, los resultados de anoche se anunciaron meses antes y ella lo sabía. Pese a haber ganado la primera vuelta con una diferencia de varios cientos de miles de votos, la noche del 16 de junio, su rostro no reflejaba triunfo.
Sandra Torres se paseaba por los corredores del centro de cómputo, saludaba a quien se le aproximara, pero su semblante no era el de la triunfadora que los resultados daban.
Quienes le conocen mejor saben que, pese a que en la superficie se veía calma, por dentro no había paz. Algo había fallado en la maquinaria política de su agrupación, como lo volvió a hacer anoche.
De los 3 millones 291 mil 701 votos que contaron como válidos en la segunda vuelta, Torres recibió 1 millón 384 mil 5 votos, contra 1 millón 112 mil 939 de la primera vuelta. Mientras que su rival, el presidente electo, logró 1 millón 907 mil 696 anoche y el 16 de junio tan solo 608 mil 83.
Desde el 16 de junio
Sandra Torres sabía que los resultados que publicaba el TSE esa noche de junio, no eran los que ella necesitaba. Los números no cuadraban y no porque quisiera ganar en primera vuelta, simplemente sabía que todo debajo de un millón y medio eran malas noticias para ella.
Y para ello, bastaba remontarse a los resultados de la elección de 2015, en la segunda vuelta. El entonces comediante, Jimmy Morales, había llegado de la nada y la derrotó.
Con 2.7 millones de votos, Morales dejaba a la curtida política con ganas de ser presidente. Y es la diferencia entre lo que Torres obtuvo, en esa segunda vuelta contra Morales, lo que le daba la pauta que en 2019 la historia se repetiría.
Su lógica le decía que su voto duro era de al menos 1.2 millones, también sabía que había un voto que la repudiaba, ese que le dijo no en las elecciones de 2015. Ese voto de rechazo, esos 1.4 millones que se unieron para robarle el sueño, era contra lo que debía luchar.
Pero, en el resultado de la primera vuelta se había dicho todo, una vez más y pese a ganar en la mayoría de departamentos, sería el voto urbano el que la despreciaría. Y así fue, nuevamente los centros urbanos y la gran metrópoli le dijeron “NO”.
Anoche, Torres confirmó lo que sintió ese 16 de junio, que su voto duro nunca será suficiente para doblegar el rechazo que la capital y los centros urbanos sienten por su persona. Que Guatemala no solo no olvida, no perdona, sino que no la quiere.