Y ahora, ¿con quién hablo? imagen

Guillermo Monsanto reflexiona sobre la soledad y la imposibilidad que tienen algunas personas para hacer amigos, mantener las relaciones familiares y la comunicación con otras personas.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

¿Cómo saber quién es tu persona designada? Aquel a quien puedes acudir cuando necesitas hablar, reflexionar, descargar tus tristezas o compartir tu alegría, el éxito o la derrota, planificar metas o, simplemente, encontrar consuelo. Ese ser en quien depositas tu confianza. Cómo identificar quién es esa puerta que te permite entrar y salir de tus disquisiciones, cuya presencia te libera y conjura todos los males. Ese timonel que te ayuda a reorientar el rumbo y que, por la cercanía, se transforma en una fuente inmediata de tranquilidad.

En mi caso, extraño las llamadas matutinas de mi madre. Ella era mi persona. Con ella, pese a las enjabonadas que algunas veces me daba por impulsivo, solía platicar horas de infinidad de tópicos. Otras, su consejo me ayudaba a meditar sobre asuntos de los cuales, siendo yo el protagonista, no podía apreciar con claridad. Ella desgranaba posibilidades y, como buena madre, me hacía dudar de la certeza de alguna de mis decisiones. Incluso, cuando yo sabía que no haría caso a sus consejos, igualmente la consultaba porque siempre matizaba, en mis actuaciones, su punto de vista. Ella era sagaz y su perspicacia siempre fue oportuna. Ahora que no la tengo, no puedo dejar de anhelar su presencia. Esa fuente de energía está seca y no he logrado encontrar quien tome su lugar. Bien dicen que madre solo hay una.

Sin embargo, no todos ven en sus padres o abuelos el puerto dónde desembarcar. En ese caso, una buena alternativa la representan los amigos. Esos con los que te puedes reunir puntualmente a desayunar todos los domingos y jamás aburrirte. Personas con quienes puedes desvelar las profundidades de tu corazón y con las que forjas una sólida estructura que, con los años, crea una línea de tiempo plena de experiencias diversas. Esas islas a las que llegas, luego de un naufragio, buscando aire y tierra firme.

¿Qué pasa cuando estás completamente solo? ¿Qué sucede cuando has cerrado tu mundo al amor, las amistades y la familia? El deporte ayuda por la disciplina que implica, ejercer las artes, estudiar también; incluso, la lectura es una buena opción. Pero, según mi criterio personal, ¿con estas actividades puedes sustituir integralmente el tema de tu o tus personas de confianza? En el ámbito docente en el que me muevo me he topado, sobre todo en los últimos años, con chicos que creen que están completamente solos en la vida. Muchachos que no encuentran las palabras para comunicarse directamente con sus padres, maestros y otros adultos, cuyos compañeros les aconsejan desde la impersonalidad de los “emoji” y avatares. Chicos cuyos derroteros penden de un hilo y cuya inercia los lleva sin rumbo hacia un futuro incierto.

Esta reflexión nace como resultado de una dinámica efectuada con mi grupo de estudiantes. Las respuestas de la mayoría me dejaron sorprendido. Percibí dolor, soledad e incertidumbre. Llámese familia, amigos o parejas, tú: 

¿Tienes a quién acudir? Siempre es bueno saber con toda certeza quién es tu persona.  

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