¿Qué estabas haciendo el año pasado o el antepasado? A veces es difícil precisar los recuerdos porque borramos casete con facilidad. Nuestra memoria parece ser muy selectiva cuando se trata de almacenar nuestros recuerdos.
Aunque la fragilidad de la vida siempre ha sido un hecho, desde que llegó el Covid-19 y empezó a cobrar víctimas cercanas, nos hemos hecho más conscientes de nuestra vulnerabilidad y ahora nos damos cuenta que es necesario no dar nada por sentado, hay que tomar más en serio las acciones que nos lleven a cumplir esos pequeños propósitos que hacen de nuestra vida un tiempo bien aprovechado. ¿Acaso no es eso lo que buscamos?
Vivir va más allá de solo respirar, empezar el día y terminarlo cual robot. Creo que la muerte es al final de cuentas la mejor forma de medir la intensidad de la vida por medio de la huella que dejamos en quienes se cruzaron en nuestro camino. Eso es lo que extrañamos de quienes ya partieron, la forma en que su vida impactó la nuestra. Quizás sea muy trillado, pero deberíamos de vivir para que nos extrañen y no solo nos recuerden.
Con ese pensamiento en mente, me emociona compartir que esta semana celebro la oportunidad de darle la vuelta completa al Sol. A decir verdad, ya son 47 vueltas completitas.
Un año natural representa 365 o 366 días que a veces parecen mucho tiempo y otras ocasiones se van volando. En ese periodo pueden suceder muchas cosas –buenas o malas– algunas podemos controlarlas y otras se escapan de nuestras manos. Lo cierto es que 365 días son una oportunidad para empezar algo, para sanar, para cerrar círculos, para amar, para reconciliarnos, vivir en actitud de perdón y mostrar agradecimiento.
Hace poco mi doctor, quien con sus consejos me destraba la cabeza y el alma, me planteó un método de manejar mis emociones donde se destaca el agradecimiento. Me hizo sentido que mostrar gratitud es un buen reflejo de paz internamente. Esa conversación me permitió darme cuenta que tengo mucho para dar gracias. He estado rodeada de personas que me han sostenido con su amistad, su confianza, la convivencia, sus oraciones y apoyo emocional. Gracias a la presencia de muchas personas puedo sentirme afortunada.
Esta vuelta al sol ha sido posible gracias a mis amigas de hace 22 años que se volvieron mis confidentes y protagonistas de grandes travesuras que no quedaron registradas en una red social para que las revivamos.
La amiga que comparte su conocimiento profesional conmigo y me ha dejado aprenderle mucho, es además una conocedora de los mejores lugares para comer dentro y fuera del país.
Las amistades que viven lejos y abren las puertas de su casa para hacerme sentir en mi propio hogar. Cerca está la familia que saben recibirme con un abrazo sincero y sus bromas me recuerdan que la distancia no se interpone cuando hay amor.
También están los amigos que ofrecen ayuda más allá de lo que uno pide y están en un mensaje en WhatsApp o una llamada para acompañarme en las épocas de incertidumbre. Ni qué decir de quien madruga para llevarme al aeropuerto o el que provee recursos para cumplir sueños y aunque después desaparece, siguen ahí.
La mujer que en poco tiempo confía en mis talentos y se arriesga a hacerme partícipe de sus planes profesionales, por puro amor. El grupo de mujeres que después de compartir un periodo laboral se hicieron significativamente cercanas.
¡Uf! las amigas de colegio, las más honestas y transparentes, con quienes se añejó el cariño. Y no quisiera que se queden fuera las amistades que se han sumado en mis procesos laborales, jóvenes entusiastas que me han enseñado mucho. Ni qué decir de aquellas con quienes comparto un detalle muy significativo: el mismo Padre.
En el círculo más cercano está la maravillosa familia, que aunque está lejos se siente cerquita. Mi luchadora mamá y mi incondicional papá, esa hermana menor que sigue detrás del teléfono y no deja de apoyar cada una de mis ideas. En casa están mis hijas y mi paciente esposo que tiene el amor suficiente para entenderme en mis diferentes momentos.
Parece que mis 47 años son como un enorme rompecabezas, cada persona que se ha cruzado en mi camino es una pieza importante para visualizar el cuadro completo. A cada una quisiera haberles dejado algo de mí, tanto como ellas han aportado en mi vida.
Esta columna no se trata de presumir mis bendiciones, sino de invitarte a que puedas unir las piezas de tu vida y observes detenidamente con los ojos del agradecimiento y notes lo afortunada que eres. Cabe preguntar ¿qué dirá de ti cada persona cuando ya no estés? ¡Tenemos tiempo para reconstruir lo que puedan decir de nosotras!
“Nos ganamos la vida por lo que obtenemos, hacemos una vida por lo que damos”.
Winston Churchill.