Es increíble lo quieto que se queda un niño cuando tiene un teléfono o una tableta enfrente. Se consume el llanto o el mal humor y la quietud llega en segundos.
Para mí, muchas veces es la dosis de tranquilidad que necesitamos las madres de vez en cuando o casi siempre. ¿Pero es una herramienta positiva para nuestros hijos?.
Hace unas semanas me puse a reflexionar en el tema cuando por diversas fuentes llegó a mi chat un video, se trata de una entrevista que le hacen a la investigadora española Catherine L´Ecuyer, ella comenzaba su intervención con la siguiente frase: “Debemos de saber que los dispositivos tecnológicos son altamente adictivos”.
Me parece un punto válido para quienes están en contra de exponer a los niños desde edades tempranas a las pantallas tecnológicas.
La experta continuaba con su discurso: “Introducen al niño a un círculo de recompensa a través de la producción de la hormona de la dopamina”. Investigando un poco más sobre esta afirmación encontré diversos estudios que aseguran que esta hormona está altamente relacionada con las adicciones como el alcohol, el cigarrillo y las drogas duras.
Un estudio que data de 2013, realizado por el profesor Scott Steffernsen de Brigham Young University revela que el cerebro responde a las adicciones mediante la generación de una proteína llamada BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro), que es la culpable de liberar niveles “anormalmente altos” de dopamina.
“Al consumir habitualmente una sustancia adictiva nuestro cerebro se acostumbra a ella, lo que produce que se suprima su producción normal de dopamina y demande una dosis de esa sustancia para compensar la pérdida. La escasez o abstinencia de esos niveles de dopamina genera estrés, ansiedad e irritación, los cuales, solo se mitigan temporalmente mediante el consumo de la droga que demanda el cerebro” se lee en el estudio.
Si bien, esto se centra únicamente en sustancias como el alcohol y las drogas, no me parece descabellado enlazar este criterio con el consumo de tecnología que actualmente tenemos todos, incluyendo a los adultos.
Volviendo al video, la experta mencionaba que la importancia de no exponer a los niños entre 0 y 2 años a pantallas tecnológicas como televisión, celulares o tabletas. Por el simple hecho de que “lo que ocurre en esas edades, en las que aún no se tienen cualidades desarrolladas como la templanza, es fascinación no atención sostenida” comenta.
L´Ecuyer continua diciendo que la fascinación es una actitud pasiva y de embotamiento, y que para ella la crisis educativa actual es principalmente una crisis de atención.
Ella concluía que las diversas asociaciones pediátricas del mundo asociaban el uso de la tecnología en edades tempranas con adicciones, falta de concentración, problemas del habla y por ende falta de vocabulario.
En 2017 la Asociación Pediátrica Canadiense recomendó no exponer a niños menores de dos años a pantallas tecnológicas y de dos a seis años menos de una hora al día. Y por lógica, que sean contenidos adecuados a su edad.
Estas recomendaciones no son de carácter educativo sino de sanidad pública, dice L´Ecuyer.
La tecnología: del abuso al aprendizaje
La infancia de nuestros niños está altamente influenciada por la tecnología. Nacen con ella, es su presente y será su futuro.
Hace 30 años los niños de nuestra generación, incluso la de nuestros padres, salían a jugar a las calles, montaban bicicleta y corrían por la cuadra jugando matado, placa policía o arranca cebolla.
Los niños de ahora tienen el acceso a una pantalla interactiva qu eles muestra el Museo de Louvre o una aplicación que les ayudara a aprender algún otro idioma. No utilizar esa tecnología a nuestro favor sería un error.
Coincido con el planteamiento científico de no exponer a niños menores de 2 años al uso de pantallas porque limita parte importante de su desarrollo, pero a partir de cierta edad si se utiliza como una herramienta de aprendizaje puede ser ese “plus” que no tuvo nuestra generación.