Si a quienes nacimos en su tiempo, nos preguntaran ¿Quién es Luis Miguel? la posible repuesta sería: un cantante juvenil con la mejor voz de su generación y una pinta que derritió a hordas de chicas. Alguien quien aún joven, incomprensiblemente perdió terreno en el espacio musical. A grandes rasgos, ese es el resumen. Vale agregar que sus canciones eran realmente buenas y que luego, ya de adulto joven, tuvo a bien desempolvar boleros que escuchaban los abuelos durante la primera mitad del siglo XX y que, gracias a su voz y a los arreglos atinados con los que fueron producidos, resucitaron para acompañar a enamorados y participar activamente en la radio latina.
Después de su éxito con los clásicos, no sonó mucho. Si lo hizo fue para dar alpiste a la prensa amarilla con el zig-zag de su vida personal.
El otro día mi sobrina de quince años hablaba apasionadamente de Luis Miguel. Sí, Luis Miguel la serie de Netflix. Porque admitámoslo, los domingos por la noche Netflix une generaciones. La serie está resultando ser un fenómeno. El primer capítulo algo insulso, el segundo…más o menos. Pero en cuanto los televidentes entendimos su coreografía visual, mordimos el anzuelo. Ese juego de idas y venidas en el tiempo le puso pimienta y despertó la curiosidad hasta en los más exigentes. La música es un personaje más. Secundario, pero personaje. Se metió en el subconsciente cuando el Luis Miguel niño canta La Malagueña para convencer a la hija del presidente de que le permitiera cantar en la boda.
Incluso quienes no somos fanáticos de amarrarnos -casi esclavizarnos- temporada tras temporada, capítulo tras capítulo, a las populares series de televisión, estamos pendientes de Luis Miguel. Cada domingo, aunque hay quienes lo niegan, la vemos y al día siguiente mágicamente muchas conversaciones reales o virtuales se celebran en honor a la serie. El villano, Luisito Rey, es una de las razones. Sabrán ellos si los acontecimientos fueron tal como la serie los narra y muestra, lo cierto es que está construyendo alrededor del cantante una leyenda fuera de serie. El actor que protagoniza a Luisito alcanza absurdos niveles de egoísmo y maquiavelismo, a tal punto, que tiene en jaque eléctrico a la tele audiencia. Él y el bellísimo Diego Boneta.
Antes del principio: aquel festival que pocos recordamos
A principios de los 80, a Raúl Velasco se le ocurrió hacer el evento América esta es tu Canción. Fue un festival de la canción infantil a nivel latinoamericano. Quienes éramos niños sacudidos por la música, era EL EVENTO. Guatemala participó, por supuesto. En su primera edición, la que interesa en esta nota, fue Vanessa Spatz con su Gallina Tutú.
México, además de ser la sede, fue el de más presencia por la cantidad de cantantes, solistas o bandas. De esa iniciativa sale al mundo la Banda Timbiriche, Lucerito y Lorenzo Antonio, por mencionar algunos.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Sale al escenario un niño, de 12 o 13 años, vestido como soldadito de plomo, rubio, con un cabello envidiable, casi largo pero no tanto, pesado y brillante. Ojos verdes, facciones finas y los dientes frontales graciosamente separados. Se lanza con inusual presencia escénica a cantar dos canciones que, hasta la fecha, me dan tres vueltas y las conozco de memoria: “1+1 Dos enamorados” y “Directo al Corazón”. Su voz era fascinante. Fuerte y dulce y, por mucho, superior a la de los otros participantes. Una promesa. Micky ya brillaba como el Sol de México y aún no lo habían bautizado así.
Creo que se debió a dos razones fundamentales, la evidente fue la extraordinaria calidad de su voz. La segunda fue que cantaba canciones de amor. Era un festival infantil y Luis Miguel se perfilaba como un niño enamorado como gente grande. “…tus ojos cambian el color de la ciudad”, asuntos romanticones como esa frase cantaba este chiquillo. Así empezó todo.
Cualquier niña entre los diez y los quince caía rendida ante sus pequeños encantos. El concepto en sí era entretenido y novedoso.
Lo que vino después fue un ascenso veloz a la galaxia musical, ese espacio peligroso. Buenas canciones, su voz de niño que cambió a otra igual de exquisita, la pinta, el aparato que lo promovía, todo indicaba que Luis Miguel era la personificación exacta del artista que alcanza el éxito porque sus astros se alinearon prodigiosamente.
De los deschavetes de su viejo no se sabía nada. Por lo menos no durante su época infantil y juvenil.
causas de esta nueva fiebre
La primera es la producción: la fotografía, la cinematografía, los galanes y galanas, la música y el drama con pinceladas de melo-novela. Puede que el guion también tenga responsabilidad en los altos ratings de la serie. Nos mantiene viajando de los ochentaypocos a los ochentaymuchos, de Acapulco a Buenos Aires a Italia o a España. Hay villano, misterio, romance y una madre que desaparece.
La segunda causa tiene relieves más profundos. Es de tinte nostálgico. Nosotros, la juventud de aquellos tiempos, los contemporáneos del cantante, también la seguimos. Es así porque la época en la que suceden los hechos fue muy nuestra. En ella fuimos jóvenes que bailábamos “La Chica del bikini azul” o “Cuando calienta el sol” en fiestas y discos. Vivimos el videoclip de “La incondicional” como si fuera nuestra historia, Luismi se cortó el cabello para disfrazar su argumento musical de Top Gun y eso nos mantuvo felizmente entretenidos y platónicamente enamoradas.
Luis Miguel representa más que a un cantante, es el reflejo de una época que se fue para jamás volver. Un ícono llamado Sol que, por extrañas razones, se apagó en aquella galaxia que alcanzó a la velocidad de la luz.
En cierto modo, la serie le está devolviendo su brillo y si nos ceñimos a estrictos cánones estéticos, desempolva con cada canción interpretada por Diego (Luis Miguel en la serie), su extraordinaria calidad musical.