Es la noche del día de la tragedia (aunque este texto se publicará días después) y aún estoy conmocionado por lo ocurrido en la #Interamericana. Por un lado siento un profundo dolor y pesar por las víctimas y sus familiares, principalmente por los niños y por otro no puedo dejar de experimentar compasión por el conductor, ese señor moreno, con familia y seguramente con sueños que a sus 39 años deberá cargar con la culpa y el dolor de muchas familias.
Hasta el momento (la noche del jueves) siete personas han muerto y otras veinte se encuentran heridas. ¿Quién es el responsable de esta tragedia? Todos los reflectores están encima de Patricio Rodríguez Gerónimo, las dos manos detrás del volante. Desde luego que, tras el incidente aparecieron los jueces, esos que señalan y etiquetan, sin tratar de entender qué fue lo que ocurrió.
La cadena se rompe por el eslabón más débil, refrán longevo y con una sobredosis de verdad. Los conductores serán siempre el último y más frágil eslabón de una cadena productiva que se vale de un deficiente sistema de transporte para entregar mercadería. Me queda claro que el conductor no protagonizó este fatal siniestro por gusto y gana.
Pero ¿Qué ocurrió realmente? ¿Impericia? ¿Desperfectos mecánicos? ¿Falta de controles? ¿Falta de autoridad? ¿Es acaso la pendiente la apropiada de acuerdo a parámetros de seguridad vial? ¿Es la infraestructura de la Interamericana deficiente para el transporte pesado? ¿Es la adecuada? ¿Quién fiscaliza a las empresas y pilotos? ¿Con qué periodicidad se inspecciona a los vehículos? ¿Cuál es el papel de la autoridad local y nacional en la fiscalización de los vehículos pesados que se movilizan por la ruta? ¿Se deben poner reductores de velocidad? ¿Obras complementarias?
¿Qué responsabilidad tiene el dueño del camión o la empresa para la que trabaja Patricio? ¿El vehículo estaba asegurado? ¿Cuándo fue su última inspección mecánica? ¿Quién es el responsable del mantenimiento de la unidad? ¿El dueño o patrono o el conductor? Si fuese este último bajo ¿Qué términos se le delega tremenda responsabilidad? Demasiadas preguntas y pocas respuestas. Lo cierto es que en este país el transporte pesado opera en absoluta anarquía.
Ser piloto de transporte pesado en Guatemala no es tarea sencilla, estos frágiles y desprotegidos eslabones de la cadena productiva son muchas veces sometidos a largas jornadas, interminables, son esclavizados al asiento de un camión al que nadie le cambia los frenos, al que nadie le hace un servicio, ni siquiera uno menor.
A mayores gastos de mantenimiento menor rentabilidad, y en las cadenas productivas, la rentabilidad está por encima de todo y hablo de la dignidad del conductor y de la seguridad de terceros. Desde luego no se debe caer en la generalización imperfecta, pero sería ingenuo no pensar que muchos propietarios prefieren embolsarse unos billetes más, antes que invertir en un mantenimiento preventivo.
Lo cierto es que tristemente el piloto difícilmente saldrá bien librado de esta y que los daños y las perdidas a las víctimas y sus familiares son irreparables. Las muertes se sumarán a la macabra estadística reportada por el Observatorio Nacional de Seguridad del Tránsito, esa que nos habla de 1 mil 546 personas muertas y 7 mil 398 resultaron heridas en hechos de tránsito.
De hecho el primer informe del año, correspondiente a enero, ya da cuenta de 154 fallecidos y 690 lesionados. ¿Cómo reaccionaremos? Claramente que ya nos agarró el dedo en la puerta y obviamente seremos, de nueva cuenta, reactivos.
Pero ¿Qué haremos? ¿Exigir más controles en cada unidad? ¿Fiscalizar a los dueños y propietarios de los camiones para que periódicamente realicen servicios preventivos a sus unidades aunque eso implique reducir la rentabilidad? O ¿Simplemente esperaremos cruzados de brazos la próxima tragedia?