Hace unas semanas, mi hija mayor estaba participando de una actividad realmente valiosa en el colegio. Se trataba de un proyecto de la clase de inglés, titulado: “Save the planet”.
Cada estación trataba de concientizar a las niñas en el trato al medioambiente, reciclaje, conciencia ambientalista y amor por los animales en extinción.
Mi hija, muy consciente de lo que implica el plástico para el planeta, frena la idea de usar pajillas en los restaurantes y anda recopilando los botes para reutilizarlos.
En la colonia donde vivimos, en el parque de diversiones de la Iglesia está una tortuga gigante, donde las familias pueden depositar el plástico. Como parte de una dinámica familiar, lo recopilamos durante una semana y lo llevamos para que tenga un uso responsable.
Y es que una pajilla puede contaminar durante 200 años el planeta y nosotros solo la utilizamos entre 15 o 20 minutos. Eso quiere decir que la primera pajilla que utilizó nuestro abuelo aún sigue en el mundo, contaminando.
Estamos muy acostumbrados a usar este pequeño utensilio, casi insignificante e innecesario. En casa llevamos varios meses tratando de evitarlo, ahora los comercios no te lo ofrecen y eso ayuda en el proceso de crear un hábito como familia.
Estadísticamente, se cree que un ser humano puede llegar a utilizar alrededor de 40 mil pajillas en su vida.
Las pajillas de plástico son el contaminante más complejo que puede existir porque no se puede reutilizar y son el número 5 de artículos más comunes que se encuentran contaminando los océanos en este momento.
Y no solo acaban con la vida marina de muchos animales, sino también están afectando la vida silvestre. Se cree que más de un millón de aves son víctimas del consumo de plástico cada año.
En el mundo se consumen diariamente más de 500 millones de pajillas. Hagamos conciencia, cambiemos hábitos hoy.