No pretendo sonar “antipatriota” (como quizá alguno ya me hayan etiquetado por el título). Solo quiero escribir sin tapujos, claro y directo.
Ya es una costumbre que cuando los guatemaltecos viajamos a países de primer mundo regresamos (no me dejarán mentir) decepcionados de lo nuestro. Nos bajamos en el Aeropuerto La Aurora y la realidad nos golpea. Salimos a las calles instransitables y colapsadas y volvemos a probar lo que es vivir en un país de tercermundo.
Hace poco viajé a Londres. Tuve la oportunidad de visitar uno de los países más bellos del mundo. Lejos de su historia, monarquía, infraestructura y paisajes, lo que más me gustó fue la cultura inglesa; el inglés común en su entorno. Me asombró la actitud, gentileza, organización, limpieza y orden del inglés. Qué hace, cómo lo hace y para qué lo hace.
Las gradas eléctricas
El mejor ejemplo, y que encuadra de manera perfecta mi punto, es el de las gradas eléctricas. Por más torpe que parezca. En Inglaterra, específicamente en Londres, hay una regla inscrita en el comportamiento del inglés. Hay dos tipos de personas sobre las escaleras eléctricas: quienes van con prisa y el resto. Esta cultura es tan respetuosa que el inglés que no va con prisa se detiene del lado derecho de las escaleras para que aquel que tiene urgencia de llegar a su destino pueda subir más rápido por el lado izquierdo.
Esta simple norma de convivencia nos da varias lecciones si sabemos ver a profundidad.
Primero: la empatía. Pararse del lado derecho de las gradas para que el urgido pase por el lado izquierdo no es más que empatía; pensar en el otro y preocuparse por su bienestar – que en este caso es llegar más rápido a su destino.
Segundo: el respeto. Dejar ese espacio también significa respetar el camino ajeno. “Yo te respeto y por eso no obstaculizo tu cmaino, para que llegues a donde tengas que llegar sin obstáculos”. El respeto genera esa comunidad de aprecio. Ese mensaje diario de que el inglés no vive ensimismado, sino preocupado también por el prójimo.
Tercero: el orden. También tuve la experiencia de viajar a Roma. El metro romano y el ingles son demasiado distintos. El metro italiano está en constante escándalo: empujones, gritos y robos. El inglés es tranquilo, cordial y una experiencia cálida. ¿Por qué? ¡Por la bendita regla de las gradas eléctricas! Parece estúpido, pero les aseguro que es esta la razón principal. Las reglas adecuadas llaman al orden, que automáticamente significa civilización. Un concepto que los ingleses dominan perfectamente.
¿Qué podemos hacer los chapines?
De más está decir que no tenemos un sistema de transporte público subterráneo en este país. Las razones radican en nuestros defectos como sociedad para poder depender de la tecnología y dejar de vivir como hace dos siglos.
Pero mientras tanto, basta con replicar las tres lecciones profundas de los ingleses en su manera de actuar para comenzar a civilizarnos. Empatía, respeto y orden. ¿Tan difícil es? ¿Dar paso a un auto en el tráfico realmente nos arruinará el día? ¿Ser cordial con el extraño es delito?
Alguien por ahí decía que “viajamos para cambiar, más que de lugar, de ideas”. Y me encanta esta frase. La he convertido en una especie de mantra cada vez que tengo la oportunidad de salir del país. Propósito para quienes se les antoje: cuando viajemos, copiemos lo bueno y repliquémoslo acá. Aunque parezcamos locos. Porque poco a poco se cambia al país.
Podríamos comenzar con las gradas eléctricas, ¿o no?