El trabajo doméstico en Guatemala ha sido históricamente poco regulado y mal remunerado, además de exigente e inhumano.
En muchas casas de familias de clase media y media alta es común encontrar a señoritas, la mayoría provenientes del interior del país, dedicadas a los trabajos domésticos.
No peleo con ello, toda vez se respeten los derechos fundamentales y las libertades individuales de estas señoritas.
Narro acá un caso ficticio, pero con altas dosis de veracidad: son las 4:30 horas y ella salta debajo de la regadera; el agua fría despierta sus sentidos y sacude un poco la fatiga acumulada de días atrás. Treinta minutos más tarde, ella ya prepara la refacción de los niños que abordarán el bus escolar a eso de las 5:45. Ayuda a despertarlos, si no es que lo hace sola; los cambia y les ofrece un desayuno rápido.
Les carga sus mochilas y los sube al bus escolar. Después de ello inicia a preparar los alimentos de sus patrones, que saldrán a las 7 horas a sus respectivos trabajos.
Café caliente, huevos al gusto y jugo de naranja recién exprimido forman parte del menú de cada mañana.
Ella ya ha hecho suficiente, pero la jornada apenas comienza: asear la casa, alimentar al perro, preparar el almuerzo y regar las plantas del jardín, son algunas de sus variadas obligaciones. De pronto, ya son las 14 horas.
El bus escolar no tardará en volver. Corre a la parada, recoge a los niños, les sirve el almuerzo, lava los platos y continúa con tareas pendientes de la mañana. Cuando ve al cielo, la Luna ya se postra luminosa ante su semblante cansado, pero es momento de preparar la cena.
De pronto, una llamada: como es viernes, unas visitas llegarán a cenar; así que es mejor que prepare algo sabroso y abundante, que ponga a enfriar las bebidas y que ordene la sala.
Son las 23 horas y la jornada, esa de 18 horas, ahora sí está a punto de finalizar.
Así es cada día, cuando se acuesta temprano lo hace a las 21:30 horas; todo este trabajo por alrededor de un salario que oscila entre Q1,500 a Q2,000 (cuando mejor va), pues hay familias que suelen pagar mucho menos.
Desde luego, la gran mayoría de veces estás señoritas no goza de prestaciones (bono 14 y aguinaldo) ni cobertura en el Seguro Social, y tampoco se les suele dar indemnización en caso de despido.
Floridalma Contreras, miembro del Sindicato de Trabajadoras Domésticas, Similares y a Cuenta propia (Sitradomsa), dijo en una entrevista a la periodista Carmen Quintela, para la Agencia Ocote, que Guatemala aún no ratifica el Convenio 189 de la OIT. Este pretende regular el trabajo doméstico en el país (este ya fue ratificado por 29 naciones).
Aseguró que en Guatemala está pendiente la aprobación de la iniciativa 4981, que le daría vida al mismo. Se estima que en el país hay unas 250 mil trabajadoras domésticas, aunque de momento solo 525 se han afiliado a Sitradomsa, organización que les provee capacitaciones e información respecto a sus derechos. Actualmente, asesoran a 30 mujeres que han decidido llevar sus casos ante la justicia por incumplimiento por parte de los patrones.
En este contexto, el trabajo doméstico es una especie de esclavitud en pleno siglo XXI, pues las mujeres son sometidas a jornadas prolongadas y obligadas a realizar tareas diversas y sin ningún tipo de regulación. Muchas de las mujeres viven en espacios reducidos, inapropiados y solo pueden salir unas pocas horas a la semana, algunas son acosadas y otras simplemente son discriminadas por temas raciales; en fin, maltratadas.
La exhortación es a analizar esta situación desde la empatía (ponerse en los zapatos de las señoritas, que migran y viven lejos de sus familias); a buscar condiciones más justas y favorables, con mejores remuneraciones, con horarios definidos o que el trabajo sea por horas, pero estar pagadas en proporción al salario mínimo. ¿Cuánto cobraría usted por un trabajo de 16 o más horas laborales? ¿Estaría dispuesto a someterse a jornadas prolongadas y a hacer tareas variadas a cambio de Q2,000?