A pesar de los comerciales de FIFA donde incentivan el Fair Play (Juega bien, Actúa bien) los futbolistas suelen ser el vivo ejemplo del anti-fair play. Lastiman a sus compañeros para sacar ventaja (hola Sergio Ramos), fingen faltas, le sacan la madre al árbitro, son violentos, mentirosos y malos perdedores. Al final del partido los vemos llorar aceptando su derrota, sacan la lastimita que hay en nosotros y se nos olvida. Pero esa cultura engañosa invade todo: los clubes, sus presidentes, los hinchas violentos y racistas, la evasión de impuestos, los directores técnicos que no acatan normas, los problemas en el camerino, las drogas, las fiestas en exceso. Vemos un Maradona intensamente drogado en el estadio, rompiendo las reglas, insultando a los del equipo contrario y nos parece normal. Pensamos siempre que el deporte es salud pero en realidad el futbol es todo lo contrario hasta llegar a darnos cuenta que o no es deporte o no es salud.
El futbol se ha convertido en un nido de rockstars, lanzado a un río revuelto para mezclarse con otros nidos de rockstars. Lejos está la verdadera imagen saludable de los deportistas: la disciplina, el trabajo duro, la honestidad, la cortesía. El fair play parece ser la zapatilla de cristal del futbol: tan imaginaria que no sabemos si en realidad existió alguna vez. Me pregunto si la FIFA encontraría a alguien a quien le quedara la zapatilla. Quizá a los japoneses, no sé.
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