Por: Cándido Nocedal.
Ante los lamentables sucesos acaecidos en los últimos días en torno a la Semana Santa guatemalteca es innegable no detenerse a observar el giro político que está tomando y se está midiendo. Esto pues, no es más que el reflejo del sistema liberal que se nos fue implantado y en el cual parte de la Iglesia actuó de forma servil ante el aparecimiento de los caudillismos en la Hispanoamérica independentista ilustrada. En la actualidad, podemos hablar concretamente de que la Semana Santa en Guatemala se encuentra perdida de la verdadera Doctrina y Magisterio de la Iglesia, situándose en medio de las dos ramas liberales que el mundo de la posmodernidad nos enseña y nos somete: el capitalismo y el socialismo.
En los inicios del siglo XX, ya con el pensamiento progresista liberal asentado, los caudillos aprovechándose de sus achichincles conservadores le dieron e impregnaron sus ideales nacionalistas deformándola en esencia y en el fondo. La lucha de clases estallaba a principios del siglo XX y llenaba al mundo de enfrentamientos y de sangre en la búsqueda de mantener la hegemonía de las dos alas liberales y de los hemisferios del globo. Este conflicto de poder se implanta a todos niveles institucionales, por ende, corrompiendo el espíritu de los hombres, que para mantenerse vigentes deben de tomar partido en cualquiera de las dos bandos, obligando a mantener una posición en la que muchas veces se desconoce de sus valores reales, profundos y filosóficos.
La Semana Santa se ha corrompido al quedar en medio de la pugna de los poderes hegemónicos y al verse cooptado por el profundo espíritu del liberalismo, es indiscutible ver y exponer las diferentes vertientes del pensamiento positivista reformista que se implantó como un virus dentro de las formas de la Iglesia. En su faceta capitalista tenemos los ejemplos de los cortejos de los cascos urbanos de la Nueva Guatemala de la Asunción y centros urbanos departamentales y el ala socialista en los municipios en donde se ha impregnado la teología de la liberación marcando y evidenciando un brutal sincretismo en los cortejos, fusiones que muchas veces se salen de la verdadera Doctrina de la Iglesia. Ambas caras alejadas totalmente del verdadero Magisterio. Perdiendo así el sincero sentido, la esencia misma de los actos devocionales y penitenciales con los que fue concebida e impulsada desde la lejana luz de Trento. Gracias al pensamiento pervertido del liberalismo y de la ilustración, aleja al hombre espiritual para volverlo un ser meramente terrenal perdiendo su esencia metafísica religiosa.
Lamentablemente, estas ideologías han rebajado la Semana Santa a meros actos y desfiles en donde no existe una mística, en la cual se puede lucrar a todos los niveles. Vemos que en el inicio de cada cortejo devocional está lleno de ventas desmedidas, de objetos muchas veces carentes y alejados del acto que se está llevando a cabo, convirtiéndolo en un mercado, en un acto desacralizado, sin valor penitencial, esto con la complicidad de las Hermandades y Cofradías, las que que cada año incrementan el valor de los turnos sin que alguien les ponga un alto. En estos desfiles vemos muchas veces pavonearse a la mayoría de los asistentes con sus séquitos o grupos sociales, estos claro con afinidad política liberal, muchos masones. Esta corrupción llega a tal punto de promulgar y defender ideales laicistas y demócratas dentro de las hermandades y de los cortejos evidenciando un verdadero oxímoron. Claro, la Semana Santa es una tradición que en Guatemala, al igual que en muchas partes de Hispanoamérica floreció, pero verla llanamente como una mera tradición alejándola de su verdadero sentido y esencia de penitencia, de conversión y de amor hacia Nuestro Señor Jesucristo y hacia el Misterio de la Redención es un verdadero sinsentido.
La Iglesia debería de mantenerse al margen de estas rencillas ideológicas, ¿por qué?, porque la iglesia no puede, ni debe comulgar con estas dos ideologías las cuales están condenadas desde el seno Petroso, la Doctrina y el Magisterio supera a estas. La Iglesia debe promulgar la verdad desde el propio Magisterio de la Santa Madre y Maestra, cierto, la iglesia es un ente político, está formada por el Cuerpo Místico de Cristo, los hombres, y el hombre, por ende, no puede alejarse de este, porque es intrínsecamente político. El católico debe alejarse de las opciones liberales del mundo posmoderno y desenvolverse dentro del magisterio social y político de la Iglesia, empezando por retomar el ideal de fundar en la tierra el Reinado de Cristo, buscando siempre el orden a través de la ley natural. Al poner en práctica esto no tendría que existir la corrupción dentro de la Iglesia, del hombre y de sus instituciones, en este caso las Cofradías y Hermandades y así ser ejemplo para la sociedad.
Todos hacen leña del árbol caído dicen por ahí y para terminar; me llama la atención ver otros «hermanos» de cofradías y hermandades con reminiscencias de antipatía hacia la Asociación de Jesús de Candelaria, la que ha encendido la llama, estos se burlan y alaban lo sucedido, mientras su casa se desarma a pedazos por adentro.