El pasado domingo 3 de junio Guatemala entera se conmocionó con la tragedia que ocasionó el volcán de Fuego, sus erupciones que lanzaron toda clase de material volcánico en estado líquido, gaseoso y sólido enlutaron a decenas de familias que vivían a su alrededor.
Al instante de conocerse la tragedia, personas individuales, colectivos, agrupaciones, instituciones y empresas se organizaron para asistir con diferente tipo de ayuda a los damnificados.
Varios grupos se dedicaron a atender a la población más vulnerable y sensible que sufrió el impacto de la tragedia, las niñas y niños afectados por la tristeza de la muerte de muchos de sus familiares y amigos, el haber perdido sus pertenencias, su modo de vida. Eran decenas de personas las que llegaban a los albergues autorizados e improvisados a tratar de dar un poco de alegría, esparcimiento, y diversión a los niños, para sacarlos un poco de la melancolía.
El movimiento “Sonrisas por amor” reunió a más de 25 voluntarios, desde artistas, cantantes, poetas y educadores, para organizar diferentes actividades para las niñas y niños albergados.
A seis meses de la tragedia más de mil albergados siguen sin recibir noticias de qué pasará con quienes fueron evacuados de sus comunidades por estar en riesgo, muchas de las niñas y niños aún no han regresado a la escuela ni han retomado estudios, muchos adultos aún no encuentran trabajo pues sus tierras y siembras quedaron sepultadas por casi 3 metros de ceniza volcánica.
Un mínimo de familias fueron trasladadas a las ATUS (albergues transitorios) que, como su nombre lo indica, son sólo transitorios, muchas familias aún están albergadas en escuelas.
Es necesario que quienes dieron acompañamiento a la niñez y juventud golpeada por la tragedia del volcán de Fuego, continúen organizándose, apoyándolos, y trabajando para ellos, ya que las secuelas de la tragedia serán largas y dolorosas.