Quiero creer que cada día es más común pensar que los hogares machistas son vistos en la sociedad como un patrón retrógrado.
Quizá por eso los movimientos feministas han tomado auge, pero también mala reputación porque hieren los pensamientos patriarcales con los que hemos sigo criados.
“Nena te toca preparar la cena” le dijo la madre a Marisa.
Ella indignada le replicó: “ y ¿Cuándo le tocará a mi hermano?”
“El es niño, le respondió”
– Fin de la discusión.
Marisa me comentó este episodio con indignación, el hermano podía perfectamente prepararse unos huevos o ayudar a poner la mesa. Indignada de igual manera, le dije que ese patrón no debía traspasar su inteligencia, que el cambio en el hogar machista en el que le tocó nacer no debía ser impedimento para exigir un cambio y hacerlo ella cuanto le tocara formar uno.
Las mujeres, a lo largo de la historia hemos heredado tareas realmente duras en el hogar. Barrer, trapear, planchar, lavar ropa y trastos, preparar los alimentos, cambio de pañal, cuidado de los niños.
Siempre he pensado que trabajar y llevar el dinero para la comida es lo más fácil. Poner el plato sobre la mesa, caliente y delicioso es la parte más difícil y retadora y esto le ha correspondido, históricamente, a las mujeres.
En mi caso disfruto demasiado cocinar para los seres que amo. Pero no quiero que me lo impongan, como que fuera mi obligación o como algo que socialmente debe ser asumido por mi género.
El hombre por mucho tiempo ha sido el proveedor principal del hogar, esta condición ha permitido que las relaciones en pareja sean regidas por “el que tiene el pisto tiene el poder”. Y así nos han encasquetado la parte más difícil del hogar.
Hace unas semanas me subí en un Uber y no se como salió la platica pero me dice indignado: “Las novias de mis hijos no cocinan, que le van a preparar a mis muchachos digo yo”.
Traté de sacar mi mejor discurso feminista y propiciar la igualdad en su forma de pensar. Su reacción después de mi discurso fue: “Tiene toda la razón”. Al menos sembré algo en la mente de este pobre hombre, me dije.
Cuando creí que lo había logrado me dice: “Lo que si es reprochable seño es que estas patojas ni siquiera levanten su plato”. Otra vez yo, con el reto de sembrar algo en ese suegro extremadamente machista.
“Recoger o no el plato es un acto de mala educación, ya sea que lo haga un hombre o una mujer. No se debe de ver mal por el simple hecho de que sean mujeres” le dije. “Ah sí verdad, tiene razón”, me volvió a replicar.
Seguramente ese señor regresó con el mismo pensamiento, que las novias de sus hijos no le llegaban a la altura porque no cocinaban ni recogían su plato. Qué triste, ojalá esas patojas juzgadas por un suegro machista logren hacer el cambio.
Si eres de la generación que tiene suegros o padres machistas es momento que no te conviertas en uno de ellos. El cambio está en tí, hoy.