No somos de la High, somos de la Five imagen

Yo soy de la populosa, de la indómita, de la Five. Hay quienes se espantan pensado en que allí solo hay maras, pero para mí hay tradición, hay amigos, hay recuerdos y futuro.

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Yo no entiendo a quienes al cambiar de casa olvidan su origen. No critíco a quienes tiene la gran oportunidad de vivir en confortables condominios o modernos apartamentos, pero yo prefiero mi barrio.

Yo crecí a dos casas del Doctor Ponce, el simpático y bromista odontólogo que fue Presidente de la Hermandad de Santo Domingo. Cientos de veces utilicé el portón de Don Nayo, el intelectual de izquierda asesinado por el ejército, como portería para la chamusca. Estrellas de la locución deportiva de la época de oro como Don Fifa Álvarez y Don Pepe Mancilla vivían a tan solo unos pasos. El Doctor Quezada, el apasionado oftalmólogo amante del café, siempre me gritaba “Cómo te va Pancho Panza”.

Yo soy de la populosa, de la indómita, de la Five. Hay quienes se espantan pensado en que allí solo hay maras, pero para mí hay tradición, hay amigos, hay recuerdos y futuro.

La zona Cinco es mi casa. En la zona Cinco aún se anuncia la venta de chocobananos con cartulinas escritas a mano, un farol rojo en la ventana significa venta de tamales y cada vez hay más ropa de paca en las calles.

En la zona Cinco la tienda sigue siendo el lugar de reunión, la crema y el queso se compran en la Blanca Nieves y el pan francés todavía se hace en horno de leña y tiene la orilla tostada.

La primera vez que escuché una rocola fue en el Restaurante Los Emilios, por falta de habilidad dejé mis clases de mecanografía en la Academia Royal, Horacio es quien le hace el ruego a mis pantalones y siempre que paso frente al Muñecón me dan ganas de un pedazo de Pecas Pizza.




Jugué en el Campo Marte desde niño, en los shucos frente al CUM, el Chino me saluda por mi nombre y siempre recuerda que quiero un súper con mucha mostaza y sin cebolla. En la zona Cinco ir al gimnasio es ir al Atenas, saludar a Don Carlos Bran y someterse a la tortura de abdominales de Tonito.




En la zona Cinco el Clásico Rojo-Cremas se vive caminando rumbo al Estadio, los conciertos de El Buki se escuchan en la terraza de algún amigo, las Luces Campero son una tradición y nadie olvide la Misa de Juan Pablo II.

Con los años mi barrio ha cambiado. El miedo se ha apoderado de nosotros. Cada día los muros son más altos, los guardias menos tolerantes y los espacios comunes más pequeños. Yo conocí a mi esposa gracias a esa interconexión entre colonias, gracias a esos lazos de confianza que nos permitían compartir el parque, celebrar juntos las posadas y realizar las fiestas en la calle.

Me duele conocer cada vez menos a mis vecinos. Me duele ver jugar sola a mi hija, sin amigos de barrio, sin esa infancia cuyo legado aún vive en mi alma.

Estamos perdiendo el rumbo. Ya no sabemos ni el nombre de quien vive al lado nuestro. Las celebraciones de cumpleaños son en colegio o en salones de fiesta y tener amigos significa estar en el grupo de WhatsApp.

Ya no nos importa nadie, ya no nos importa nada. Mientras no sea conmigo, que se caiga el mundo. Y cuando el mundo se caiga, ojalá no sea sobre mí.

Dios me ha dado la oportunidad de conocer otros lugares, pero siempre he sabido que el brocha que grita ¡Palmita, Casa del Niño, Arivillaga, Chácara! es quien anuncia el camino a mi casa. 

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