Un día atareado en el negocio, Rubén* recibió una llamada que parecía ser de un cliente interesado. Lo que empezó siendo un intercambio amable se convirtió rápidamente en una perorata de insultos y balazos al aire. Le pedían Q6 mil a cambio de su vida y la de sus pocos empleados. Le dijeron que lo vigilaban desde hacía un tiempo y tenían información del negocio. Le daban pocas horas para pagar.
Rubén asustado cerró el negocio, despidió a los empleados y les dijo que no volvieran, “sus vidas son más valiosas que eso”. Los extorsionistas habían dado un plazo de tiempo y volverían a llamar para asegurarse de recibir el dinero. También habían amenazado con actuar si avisaban a la policía. En pánico, Rubén los llamó.
Tuvo que poner una denuncia y dar la poquísima información que tenía de los extorsionistas: un número de teléfono y unas voces anónimas al otro lado. No son los únicos a quienes les pasa esto, le dijeron. Ya sabemos, respondió él.
Según las creencias de Rubén, Dios tiene el control de todo “incluso de las extorsiones”. “Con mi familia nos juntamos a orar y a cantar alabanzas, era lo único que sabíamos hacer en momentos de angustia y peligro”.
Con miedo, esperaba la llamada. Sin negocio, sin dinero y asustado. Pasaron las horas y nada. A los dos días, ocurrió el milagro. La banda entera de extorsionistas fue atrapada en su guarida. Se enteró a través de las noticias y nunca más volvió a tener miedo.
“Fue Dios”, dice Rubén agradecido.
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*Nombre ficticio para proteger la identidad de la persona.
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