Más historias con el Arjona que nadie conoce – II parte – imagen

Invitamos a los seguidores de Ricardo leer las anécdotas que estamos escribiendo de los años de universidad y juventud del cantautor, y que dejan al desnudo la persona que realmente es.

Las opiniones e imágenes de este artículo son responsabilidad directa de su autor.

Para quienes son seguidores de Ricardo les recomiendo antes de leer este relato buscar su primera parte, porque estamos publicando historias inéditas de los años de universidad de El Flaco, las cuales estamos escribiendo con Stuardo Samayoa, el mejor amigo de Ricardo en Guatemala y Rina, mi amiga de siempre, y cuentan nuestras aventuras junto a Ricardo a finales de los años 80 y principio de los 90.

Estas historias dan a conocer al Ricardo comprometido, disciplinado, solidario, bonachón, fregón, así como un excelente hijo y hermano; hoy, después de 33 años nos animamos a compartirlas, no habíamos querido pero es razonable que sus fans las conozcan.

Publiqué la forma en la cual lo conocí, ahora les dejo dos anécdotas más, de 50 que tendrá el libro. Una, evidencia como Ricardo desde joven (20 años) era una persona justa y con valores; y la otra, como nos divertíamos de forma inocente. Estamos orgullosos de verlo triunfar y llegar con su Circo Soledad.







A gozar pues

Empezamos los días de universidad en febrero de 1984 y nos hicimos buenos compañeros. Apareció por allí, Stuardo, Tato, Samayoa, el artista de teatro y quien también jugaba básquet, eso los unía mucho. Hicimos lo que todo patojo hace, estudiar, trabajar, hacer algún deporte, fregar y gozar hasta el cansancio.

Lo más alegre del día era ir a la U, entrábamos a nuestras clases y al salir nos quedábamos jugando ping pong, tal vez hasta las 10 de la noche. Rina y yo íbamos a la federación a entrenar todos los días y Ricardo también había entrenado un tiempo tennis de mesa, aunque anterior a nosotras. Él era basquetbolista de la liga metropolitana de Guatemala, mantuvo el récord de mayor puntaje por encestes, su equipo era Leones de Marte.

Jugábamos hasta tarde, prácticamente nos sacaban de la Escuela de Comunicación, ya para ese entonces Ricardo manejaba mi camionetilla blanca de regreso y, además, nos acompañaban varios compañeros. Obviamente Rina, mi amigaza, y se sumó Jorge Frijolón De León, quien se quedaba por el Periférico; luego íbamos a la Santa Cecilia, zona 8, donde se bajaba Jorge Pepin De León, quien vivía cerca de Rina; Guillermo Sánchez , quien se bajaba en la zona 5 y varios más que no recuerdo; luego, con Ricardo, tomábamos camino hacia la Parroquia, zona 6.

Logramos hacer un fuerte compañerismo entre Stuardo, Ricardo y Jorge, Frijolón, obviamente Rina y yo que éramos amigas desde 1977 pues estudiamos juntas en El Sagrado Corazón. Ricardo se enojaba con los compañeros que repartía, porque me decía que estaba bien “dar jalón” y acercarlos a sus destinos, pero algunos de ellos eran exigentes y me pedían llevarlos a la puerta de sus casas. El insistía que nuestro recorrido era irnos con Rina a la Santa Cecilia, y que el resto se fuera quedando en el recorrido.

De verdad tenía razón, pero a mí me daba pena decirles que no los podía llevar porque me desviaban demasiado, pero a él no y un día les dijo a un par de compañeros que me hacía dar muchas vueltas y que no era correcto que me exigieran tanto si no aportaban para la gasolina. Incluso le puso a uno de ellos “Suela”, por macizo. Así empezamos a regresarnos de la “U” menos sancarlistas, básicamente solo éramos Rina, Jorge, Ricardo, Tato y yo, en ocasiones  Mynor Talco Donis, le pusieron ese sobrenombre porque decían que no se peinaba e iba a la “U” tal como se levantaba.

A veces pasábamos comiendo a Mc, Pizza Hot o algo así. Entre tanta ida y venida empezó, entre nosotros, una bonita convivencia, que disfrutamos mientras duró y me hizo mucha falta cuando terminó.



Ricardo, Mynor , Stuardo y Jorge 

De verdad que no comprendía como nos metíamos a esa camionetilla, ellos eran hombre altos, Ricardo de casi dos metros; Stuardo de 1.85 m. Jorge de 1.80 m y  cuando iban los otros compañeros a los que dábamos jalón se iban en el baúl. Parecíamos sardinas, yo pensaba “Se va a arruinar el camionetilla. La llantas están aplastadas de tanto peso”. Rina me cuenta que un día pensó “Ana debería comprar un carro más grande porque aquí no cabemos”. Generalmente Ricardo manejaba, Rina y yo íbamos a la par de él y el resto se metía como pudiera en el sillón de atrás y el baúl 



Camionetilla donde íbamos como salchichas

De bajada y en neutro

Un día que no llegó Rina a la U nos fuimos solos con Ricardo y no sé de dónde se le ocurrió que el regreso por el periférico lo íbamos a hacer en neutro; para ese entonces ya no tenía la camionetilla Toyota, sino un sedán Colt Galant 16L, 1973.

Como casi todos los carros de la época en Guatemala, el Lancer era mecánico. Algunos jóvenes para ahorrar gasolina, en las bajadas, ponían los vehículos en neutro y con el envión se iban.

– “Quiero probar si logramos que el carro se vaya en neutro todo el Periférico”

– “¿Será? La bajada no es tan pronunciada”.

– “Un cuate me dijo que lo logró”.

– “Probemos pues”

Así que nos fuimos para repartirnos a nuestras casas como todas las noches; le dio envión al carro y luego le puso neutro. El carro tomó fuerza y luego como esa bajada no es tan pronunciada el carro iba a vuelta de rueda, nosotros con los cuerpos queríamos ayudar a que avanzara, moviéndonos y riéndonos.

Pero hubo alguna parte, no recuerdo, que tuvo que conectar el carro para darle empujón y luego otra vez neutro, y llegamos casi al puente del Incienso, obviamente nos tardamos un montón, pero así de sanas eran nuestras distracciones y ocurrencias.



Así era el carro de Ana Fresse que Ricardo manejó en neutro en el Periférico

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