Si no las aman, ¿por qué simplemente no las abandonan, por qué las tienen que matar?
El día que salió la noticia del escape de Banny Zambrano, Manuela Susana Guarchaj fue encontrada muerta a machetazos en Nahualá. Su esposo había huído, igual que Banny Zambrano al ser encontrado culpable de la muerte de Mitzie, su esposa, para cobrar un seguro de vida.
Guatemala es diversa. Y aún así, en dos lugares completamente distintos (el clima, la vestimenta, hasta el idioma es diferente) como Nahualá y la ciudad de Guatemala, la enfermedad es la misma: machitos violentos que asesinan a sus esposas para salir huyendo, tarde, de su macabro egoísmo.
Son cientos de mujeres, que no tienen el valor de huir de esas condiciones, de pedir ayuda. Son cientos de familias que no saben como ayudarles. Son cientos de hombres que se sienten con el derecho de mutilar, estrangular, machetear a sus mujeres y ellas, con la obligación de aceptar “la cruz” que les ha sobrevenido tan injustamente. Y es que así logramos hacer un sincretismo entre violencia y religión, llamándole “cruz” a un machito inseguro que necesita reafirmar su lugar en el mundo hundiendo a su compañera de vida, para levantarse sobre las cenizas de su cuerpo mutilado, su corazón destruido hace tiempo.
Los niños en estas familias que atestiguan a diario el dolor de sus madres, físico y emocional, y los arrebatos de ira y pequeñez de sus convivientes se van acostumbrando cada vez más a un estilo de vida violento donde la única forma de comunicarse es con golpes y con insultos, condenando su futuro a un círculo vicioso destructivo.
Si estás en una situación así: pide ayuda. Si sos una mujer que recibe golpes e insultos: pide ayuda. Si sos un hombre que no puede dejar de hacer eso: pide ayuda. Si son tus padres, tus hermanos, tus amigos: ofrece ayuda.
Quedarnos callados solo hace más grave esta enfermedad, solo pavimenta el cómplice camino por el cual el machito sale huyendo, después de que el daño está hecho y que ya no lo puede reparar.
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