Las opciones no son buenas, el tráfico y los ladrones parecen inevitables a cualquier hora del día o del mes: hay mal tráfico o peor tráfico, hay ladrones o hay más ladrones. La crisis vehicular del lunes y el martes de Cicig con el caso de Transurbano solo evidencia las consecuencias de la corrupción en el transporte público volviendo un caos permanente el tránsito en Guatemala. Eso sumado a la crisis de violencia e inseguridad, las opciones (buenas o malas) se nos están agotando.
Y eso no es lo peor. Lo peor es que nos vamos acostumbrando a vivir escondidos detrás del polarizado confiando en ese búnker oscuro, llevando celulares de carnada, viviendo encerrados, agorafóbicos por excelencia. Estamos tan acostumbrados a nuestro encierro que cuando hay luces de cambio, nos enojamos. Queremos que la situación cambie pero no nos queremos incomodar. Queremos que la policía actúe pero en otro horario, cuando no vayamos pasando nosotros, cuando no tengamos una reunión a la cual llegar, queremos que atrapen a los ladrones pero no ir a perder el tiempo poniendo una denuncia al MP.
Este lunes fue el momento perfecto para unirnos en una sola ideología: todos contra los cacos. Debimos habernos solidarizado mutuamente siendo compasivos entre nosotros por haber soportado hasta 3 horas de tráfico. Pero no. Nos dividimos poniendo etiquetas unos a otros, estando de acuerdo y en contra, odiando a las autoridades porque no hacen su trabajo y odiando cuando sí.
Toda la razón a quienes opinan que se pudo haber hecho mejor, que solo 1 operativo aislado crea más caos que efectividad, pero el mensaje aquí no es que nos dividamos sino que apoyemos a la causa. “¿En qué puedo ayudar?” debería ser el primer comentario, y no el último.
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