Por Guillermo Monsanto
Vivir en los tiempos de la tecnología tiene sus encantos. Si es bien utilizada, el universo de posibilidades puede ser infinito y sus usos mejorar nuestras vidas. Facebook representó, para los de las generaciones maduras, un punto de encuentro. Mis padres, sus hijos y los hijos de estos, lograron localizar personas que se habían perdido en la evolución natural del tiempo. Y, a partir de ese encuentro, los usuarios de las redes sociales se adecuaron a las necesidades de comunicación según su edad.
En mi caso, el WhatsApp, se ha convertido en mi red líder de comunicación. Si bien es cierto que fotografío seguido lo que veo y comparto copiosamente mi visión vías Instagram y Facebook, es en los chats personales en donde armonizo distintos tipos de relaciones con la familia, los amigos, conocidos, clientes y hasta alguna que otra alimaña. Y es también allí en donde he aprendido algunas lecciones de vida. Por ejemplo, no hablo nunca de política porque, no importando el grupo, siempre es entrar en arenas movedizas.
En estos grupos he descubierto que mis amigos son más propensos a reaccionar a mis asuntos culturales. Son ellos los primeros que comentan mis obras de teatro, me alientan a seguir adelante y se organizan para ir en grupo, a ver mis obras de teatro o las exposiciones en la galería El Attico. Aunque en casa hay algunas excepciones, es escribir yo algo de arte y, automáticamente silencio a mi raza por tres o cuatro días. O, inmediatamente, alguno sube un meme y se quedan dando vuelta alrededor de él ignorando mi propuesta. De allí que ya no estoy en algunos de los chats que antes solía frecuentar.
Mis cuates de la adolescencia parecen haberse quedado trabados con las adolescentes. Y eso que algunos ya son abuelos de chicas dieciochoañeras. Solo le dan un respiro al tema para la Cuaresma cuando recuerdan sus deberes cristianos. Mis amigas, primas, compañeras de la primaria y, contados amigos, suelen ser más inspiracionales. Siempre están hablando de temas de superación, mandando buena vibra y preocupándose por los demás con mucha consideración. Siempre proyectan luz y calidez. Los compañeros de la secundaria, por su lado, son variados, expresivos y diversos.
En fin, sumemos las conversaciones con mis alumnos, compañeros artistas y profesionales. Creo que es un privilegio vivir en los tiempos del WhatsApp. He dicho. Ahora me encantaría escuchar sus historias con las redes sociales.