Los filtros de Instagram parece que son inspirados en el rostro bien pulido de algunas artistas con millones de seguidores en las plataformas digitales. Ojos verdes, azules o café claro, las pestañas bien pobladas y las cejas bien delineadas, pero lo mejor es la boca que parece bien proporcionada después de unas cuantas inyecciones de botox.
Yo creo que quienes están detrás de esa creación de herramientas son mujeres, ellas saben bien lo que el sexo femenino busca y lo explotan muy bien a través de esos filtros que nos ocultan las manchas de sol, esas que nos dejó el paño del embarazo, las patas de gallo y hasta las arrugas que se pronuncian a la par de nuestros labios poco carnosos.
Creo que todas hemos caído en la tentación de usar esos filtros y dejarnos seducir por esa imagen de modelo que luce al final de los retoques. La verdad es que la mayoría de nosotras queremos lucir mejor ¿o no?
Yo he pensado ganarme la lotería para pasar por el bisturí y quitarme, no solo libras de más sino muchos complejos. Sí, lamentablemente los complejos son duros de quitar ni con el régimen de ejercicios ni la dieta más sacrificada que pueda haber.
Personalmente amo comer todas las harinas que se disfrazan de postres o pastas… Por si fuera poco, me cuesta priorizar ir al gimnasio, así que mis resultados distan del ideal. Sin embargo, recientemente descubrí que mis complejos son más pesados que mis libras extras.
Lo mejor –o lo peor– es que noté que no soy la única. En una reunión de amigas, en la que terminamos midiéndonos unos vestidos para una fiesta, donde reinaba un ambiente de confianza, expresamos nuestra inconformidad con los brazos anchos, la cadera, las piernas con celulitis, la gradita de la panza…. Seguro te imaginas los términos que utilizamos.
¿Por qué nos es tan fácil notar esos “detallitos”? o ¿por qué pasamos por alto nuestras cualidades físicas? Los vestidos eran lindos y nosotras también, pero pasamos por alto esa belleza que nos caracteriza después de los partos y los años. ¿Te ha pasado?
Por mucho que hablemos y les expliquemos a nuestros hijos que lo importante es cultivar el cerebro y el espíritu, todavía usamos la belleza como una pesa sobre la cual nos medimos. Lógico que después de ver el cuerpo de una cincuentona como Jeniffer López bailando o moviendo su cuerpazo en el medio tiempo del Super Bowl y más recientemente en la celebración de sus 52 años, luciendo un bikini anaranjado y el beso oficial de su regreso con su ex, suspiramos, ¡por supuesto!
La verdad es que ¡yo sí quisiera tener ese cuerpazo! Pero desde aquí, no tengo idea de cuánto ejercicio hace, cuánto se cuida o cuánto ha invertido para lucir así. Bien por ella, pero la verdad es que no es mi problema. El mío es aceptarme como soy y hacer lo que corresponda para alcanzar ciertos objetivos y/o trabajar en lo que yo necesito.
Encontrar las razones correctas para lucir bien es una clave importante para aceptar lo que veo en el espejo o en la pesa. Ese objetivo no es externo, sino interno. Ese objetivo no tiene nada que ver con lo que mi esposo, mis hijas o mi círculo quieran imponer, sino con lo que yo deseo. Esa honestidad me hace despojarme de mis complejos. Es un poco más difícil de lo que se lee, pero sí es viable.
No sé si en tus 30, 40 o 47 años estés siendo la mujer que quieres, pero sino es así, primero te invito a que más allá de los filtros de las redes sociales te despojes de aquellos que has dejado que otros te impongan. Eres más que una cara bonita, con arrugas, canas y libras de más. ¡Eres valiosa, por lo que eres no por lo que luces!
Se vale fantasear con la belleza de las herramientas en las fotos de vez en cuando, lo que no se vale mucho es querer aparentar lo que no somos.