Desde que soy mamá me sensibiliza muchísimo el tema del homosexualismo. Y no porque quiera blindar a mis hijas de ese tema, más bien porque he visto cómo madres y sus hijos sufren al enfrentarse a una sociedad homofóbica que los ven como algo de lo que deberían avergonzarse.
Estoy viviendo fuera de Guatemala, pero en el chat de la familia no paraban de hablar de Dennis, el chico de La Academia que está brillando con luz propia en México.
Alguien compartió un video y ese mismo me envió a otro y empecé a interesarme sobre su historia. Y no es nada más y nada menos que un chico talentoso que entre lágrimas y enfrente de una cámara habló sobre su homosexualismo.
Mis ojos, aún en modo hormonal por el posparto, se llenan de lágrimas al escucharlo. Cada una de sus palabras me llenan de conciencia y amor. Nadie en este mundo debería sufrir por sentirse diferente y me duele que este mundo sea así, tan malintencionado y miserable.
Denis dijo que era la voz de muchos jóvenes que por ser como son creen que no pueden cumplir sus sueños. Y es que ser homosexual no es tener una discapacidad que no les permita realizar cualquier tarea con éxito.
Entre lágrimas continuó diciendo que sabe que Dios lo ama porque prueba de ello es que está en La Academia, cumpliendo su sueño.
Sus palabras llegaron a mi corazón, a ese corazón que muchas veces escuchó frases como: “En la Biblia dice…” o “Dios condenará a los homosexuales”, pero que también ha escuchado a un Papa Francisco sensible y compasivo con este tema.
Creo que Dennis ya es un ganador, ha ganado libertad. La libertad de decirle al mundo lo que es y como él mismo dice: “Nada cambió”.
Cierro este blog con la frase que escuché de su voz entrecortada y me llegó directamente a mi corazón y que escribí esta semana en un post en mi refrigerador para que no se me olvide: “El mundo no es de etiquetas, el mundo es para seres humanos que aman y respetan”.