El escenario casi siempre es el mismo: mamá y papá se llevan mal. No logran solucionar problemas como quién irá por los niños al colegio o con quién se quedan durante las vacaciones. Problema tras problema todo se viene en picada. De pronto, los amigos y familia se enteran en las redes sociales que el niño está desaparecido, que no saben dónde está la niña.
Al ver una alerta en las redes sociales, el corazón siempre se paraliza un poco. Se piensa en la mamá, en el papá, en los abuelos. Las personas tienden a simpatizar inmediatamente: es la pesadilla vuelta realidad de todas las familias.
Sin embargo, en redes sociales se desata el debate: ¿es real esa alerta? ¿Realmente está desaparecido el niño? Pronto aparecen los comentarios de allegados a la familia “esto no es cierto, lo hace para manipular” “no le crean, la niña está bien” “el niño sí estaba llegando al colegio”, que solamente acrecientan la indignación y hasta sentimiento de odio de quienes se han solidarizado con el tema.
Leer esos comentarios es presenciar una verdadera trifulca, aparece cada nombre, cada palabrota. Atacan a todos por igual, ni madre ni padre salen triunfando. Algunas veces, llegan a necesitar comunicados por medio de abogados para defenderse de lo que aseguran es una calumnia. Lo que sí es cierto es que todos aducen decir la verdad, nadie miente y la sociedad de Facebook, involucrada hasta la cocina.
El problema con este escenario no solo es para la familia, que al fin y al cabo ya tenían problemas serios antes del falso reporte, sino con la reputación de la alerta que con fines benevolentes existe para considerarse un aliado en la búsqueda de niños desaparecidos, un mal que ha plagado nuestro país desde hace mucho. Al final, no sabemos qué tan ciertos son los comentarios de las redes sociales, pero sí sabemos que dañan la reputación de la alerta.
Mientras más padres y madres busquen activar una alerta o reportar falsamente una desaparición para ganar una batalla matrimonial, más promueven el deterioro del sistema al que se abocan para pedir ayuda.
Y es que el cuento de Pedrito y el Lobo debería no solo ser un clásico entre los niños, sino también entre los adultos.
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