Mi mamá me amamantó exclusivamente hasta los 6 meses, de ahí mi principal forma de alimentación fue por medio de lactancia artificial.
Hace unas semanas mientras amamantaba a mi hija menor, atesoramos junto a ella algunos recuerdos de las leches que tomé. Cómo olvidar el bote anaranjado de la leche KLIM o de las bolsas metalizadas de la leche saborizada Gold Star.
Tantos hermosos recuerdos que nos llevaron a reflexionar y a aceptar que no fue la alimentación que ella hubiera querido darme pero por diversas circunstancias la lactancia materna no fue parte importante de nuestra historia.
Mi mamá es maravillosa y ha sido extremadamente cuidadosa con cada detalle de mi crianza. Es una gran mamá a quien admiro y amo profundamente. Le estoy agradecida por tantas cosas, sin ella no podría haber logrado ni la mitad de las metas que me he trazado en la vida.
Que me haya alimentado con biberón no la hace mala madre, y esta reflexión surge luego de leer en tantos sitios a mujeres que no han sanado sus lactancias fallidas.
Que dolidas por una sociedad que lucha por apoyar a las madres en dificultades confunden grandemente el mensaje.
En algunos foros o grupos de madres he tratado de salir a defender el derecho de las mujeres a amamantar a sus hijos. A ofrecerles información en vez de un biberón con fórmula. Muchas se sienten ofendidas con el hecho de que defienda tan obsesivamente el deseo que tienen de dar el pecho a sus hijos, pero para nada es una ofensa o una campaña de desprestigio para quienes han elegido dar el biberón.
“Nuestros hijos han crecido sanos y sentimos el mismo amor como si hubiéramos dado el pecho” se quejan algunas. Pero el deseo de defender la lactancia no tiene nada que ver con la intensidad del amor que sienten por sus hijos.
En el camino como asesora en lactancia he visto como muchas mujeres han dejado ir el deseo de amamantar a sus hijos, por falta de apoyo, porque los protocolos médicos no les han permitido iniciar exitosamente sus lactancias o simplemente porque se han doblegado al dolor y a la confusión que sienten en su puerperio.
A ellas quiero decirles que no son malas madres, que estoy segura que son las mejores madres que sus hijos puedan tener. Las invito a sanar sus heridas, que el tipo de alimentación no define la intensidad del amor.
No soy malas madres, quienes defendemos la lactancia materna no pensamos así.