“Cada mentira que contamos es una deuda con la verdad”, dijo Valeri Legásov, el científico ruso que investigó el desastre nuclear de Chernobyl en 1986. La miniserie producida por HBO retrató la macabra arrogancia del sistema militar comunista que puso el pie en la tumba al régimen con aquella tragedia. Es esa búsqueda de la verdad la que Jayro Bustamante quiere provocar en el espectador con La Llorona, su nueva película a estrenarse el próximo 12 de marzo en los cines nacionales.
La Llorona es el epílogo ficticio del conflicto existencial sufrido por el General Enrique Monteverde (Julio Díaz) luego de las acciones cruentas ocurridas durante su mandato, entre 1982-1983, donde fueron asesinados miles de indígenas de diferentes etnias.
La presión del juicio hace que el general desarrolle comportamientos erráticos. Sus lapsos seniles hacen que tenga sueños recurrentes con sus víctimas al punto que escucha a una muchacha que llora.
Mientras esto sucede, el general Monteverde es llevado a juicio y al circo que le acompaña conlleva el proceso judicial su familia que es condenada por la sociedad. La presión que implica ser el ojo del huracán hace que su esposa, hija y nieta se hagan preguntas como: ¿será que fue capaz? ¿Mi padre hizo todo eso? ¿Es mi abuelo culpable?
Afuera de la casa de Monteverde se realizan manifestaciones de personas que fueron afectadas por la violencia del conflicto armado y le gritan consignas todos los días impidiéndole salir a su familia y a sus sirvientes. Ante el asilamiento y el constante lanzamiento de piedras a la casa, los sirvientes renuncian. Es entonces que deciden contratar a Alma, una indígena kaqchikel cuyo semblante espectral asusta al militar retirado, ya que la reconoce de sus sueños.
La Llorona posee una narración contemplativa llena de silencios y poco diálogo, en donde vemos los últimos días y sentimientos que atravesaron la mente del dictador. La oscuridad que habita en sus imágenes le da un toque de suspenso macabro para reforzar la crisis espiritual del protagonista y que, al parecer, también alcanza a los integrantes de su familia. El escenario claustrofóbico que se muestra es similar a la francesa Amour (2012) o la española Los Otros (2001).
La Llorona incluye en su narrativa un realismo mágico en donde la naturaleza, sabia como es, predice el final del General que si bien logró salvarse de la justicia terrenal no lo hará de la justicia maya.
El mensaje filoso que deja Bustamante de forma onírica y a manera de advertencia, ante los tiempos que corren se realza en el idioma en una escena brutal y violenta y es que esto puede sucederle a cualquier etnia por muy poderosa que sea o crea serlo.
En la rueda de prensa se le cuestionó a Bustamante si haría una película donde se contara el “otro lado”, no solo lo que sucede del lado de las víctimas. Jayro contestó: “Estoy del lado correcto de la historia”.
Con La Llorona, Jayro Bustamante pone fin a su “Trilogía del Insulto” la del “Indio” (Ixcanul), “El Hueco”, (Temblores) y “El Comunista” (La Llorona) como despectivamente es reconocida ante la discriminación en Guatemala, dijo.
Bustamante abre la discusión sobre la violencia del conflicto armado que alcanzó a las poblaciones indígenas y la población civil del país para que no sean olvidadas con el silencio, sino que sean reconocidas en la dignidad de sus víctimas y sobrevivientes. Este es el ideal más alto que persigue, es decir, conocer la verdad porque tenemos una deuda con ella.
La canción de La Llorona de los Cafetales estuvo a cargo de Gaby Moreno, quien hizo los arreglos para que el tema fuera otro medio para contar la historia de la película. La música empleada en las manifestaciones es otro valor añadido. Nunca había escuchado el tambor y la chirimía a golpe de dignidad en honor a las víctimas, es impactante.