Snoopy, es un poodle, que llegó a mi vida en un momento triste, porque acababa de morir inesperadamente mi anterior perro, de la misma raza. Quienes han pasado por esa experiencia comprenden ese sentimiento devastador. Después de ese suceso, ya no quería adquirir mascotas, aunque siempre me mantuve con la intención de adoptar, en vez de comprar.
Antes había resguardado en mi casa a un gato, que los vecinos abandonaron. Micho estuvo conmigo 10 años, hasta que un día emprendió su viaje gatuno sin retorno, eso fue también doloroso. Pero, este corazón sensible animalista no pudo resistirse y empezó a buscar para rodearse de nuevo de ladridos o ronroneos que alegran la vida.
Y Huesos llegó a mi vida
Me dirigí a una reconocida asociación de rescate de animales, en donde me dieron una referencia de alguien que los rescata, pero no pertenece a ningún grupo. Con un telefonazo me localizó Osiris para avisarme que tenía un can y que me lo dejaría ese mismo día, sin mucho trámite. En menos de una hora llegó a mi apartamento Snoopy, sus costillas sobresalían, y estaba lleno de garrapatas.
Lo llevé al veterinario y su cuerpo frágil se volvió uno rebosante y alegre. El doctor calculó que en ese entonces tendría 6 años. Además, por un daño en el ojo mencionó que posiblemente alguien lo pateó y que su actitud temerosa demostraba que había sufrido maltrato.
Quizás por su espíritu callejero, luego de adoptarlo, un par de veces escapó por un descuido con el collar que portaba, pero cuando pasó siempre recordó cuál era su hogar y regresaba. Ahora, procuro cuidarlo porque en cualquier descuido puede volver a las andadas escapistas.
Desde hace 7 años nos acompaña, es el perro más sano que he tenido, imagino desarrolló en la calle muchas defensas. Es la fiel compañía de mi padre, quien pocas veces puede salir por su dificultad al caminar, pero él siempre está su lado, moviéndole la cola. En un par de ocasiones se ha caído y Snoopy ladró para avisarnos, es el amigo peludo incondicional.