La desesperanza en tiempos electorales imagen

Cada cuatro años experimento el mismo marasmo mental, ese que se apropia de mis sentidos y me debilita de manera progresiva hasta convertirse en esa desesperanza a la que intento rehuir sin éxito.

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Cada cuatro años experimento el mismo marasmo mental, ese que se apropia de mis sentidos y me debilita de manera progresiva hasta convertirse en esa desesperanza a la que intento rehuir sin éxito.

Cada año electoral desfila ante nuestros ojos una retahíla de candidatos impresentables. Algunos anhelan llegar al Congreso a percibir ingresos que están muy por encima de sus capacidades reales; otros, unos dejos más optimistas, pretenden gobernar el país por espacio de cuatro años.




Disculpará usted, seguidor de “X” o “Y” candidato, pero no logro identificarme por ninguna de esas opciones. Percibo más de lo mismo, con sus tonalidades de gris, pero con oscuros intereses mezquinos, algunas veces más evidentes que otros.

Soy enemigo de la generalización imperfecta y aunque seguramente hay algunas alternativas mejores que otras, soy escéptico respecto a las posibilidades reales que tienen “los menos malos” de llegar al poder, y de que estos en realidad puedan asumir el cargo sin compromisos de los financistas que buscarán el retorno de su inversión.

En un proceso electoral donde abundan las alternativas, siempre será más difícil elegir con una perspectiva crítica y ampliamente analizada. Quizás muchos difieran conmigo, pero encuentro en esa diversidad de colores, tamaños y sabores, un grave problema para poder elegir con conciencia. 




Es decir, si a un niño se le presentan decenas de sabores y marcas de helado, no solo le costará mucho más elegir, sino que su selección será más emocional que meditada. Probablemente no escogerá la mejor textura y calidad, sino el color más llamativo y sin importar que este sea sintético.

El padrón electoral se asemeja a la voluntad de ese niño que debe escoger entre una sobrediversidad de opciones. En ese contexto, mi desesperanza trasciende al hecho de que yo no pueda sentirme identificado con determinado color y sabor, pues la percepción que me queda, en cada proceso, es que ese niño elige un sabor que siempre resulta ser de mi completo desagrado.

Y usted, ¿cómo se siente en este proceso electoral? 

¿Algún candidato que realmente lo convenza o de nuevo volverá a la lógica del menos malo? 

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