Esa idea errónea de que la cosa pública no es de nadie cuando es de todos es una idea equivocada.
Esa idea errónea de que la cosa pública no es de nadie cuando es de todos es una idea equivocada. Los pillos que han irrumpido en el ámbito político que tanto asco nos generan son los principales interesados de mantenernos alejados de la cosa pública. También son los principales beneficiados para seguir operando a sus anchas con total impunidad en un modelo político y económico totalmente agotado y colapsado de beneficiados. La cosa pública es tan importante como la propiedad privada porque es de todos y todos tenemos que cuidarla si queremos desarrollo y progreso. El mayor reto de todos es construir ciudadanía activa y para ello debemos esforzarnos aún más.
Hay que romper con la indiferencia de ser ciudadanos pasivos para convertirnos en ciudadanos activos.
Hay que romper con la indiferencia de ser ciudadanos pasivos para convertirnos en ciudadanos activos, pues como ciudadanos exigir nuestros derechos, pero cumplir con nuestras obligaciones. Hay que ser consciente de que tenemos las autoridades y gobernantes que merecemos y queremos, pero no necesariamente los que le convienen a nuestro país y de los que necesitamos. Si a usted no le gusta el presidente que tiene, entonces salga a votar por el de su elección, si no le gustan los diputados, alcaldes que lo “representan” salga a votar o bien deje de criticar, mejor busque la forma de participar e incluso de postularse a un cargo de elección popular. Hemos cedido la cosa pública a las mafias que nos hunden cada vez más en la pobreza y en la ignorancia de cómo funciona un sistema perverso bajo incentivos mezquinos.
No podemos seguir pensando que la cosa pública no es de nadie y como no es de nadie que hagan lo que quieran con ella, más bien rescatemos la cosa pública que nos pertenece a todos. Salgamos de esa burbuja de pensar que como tengo carro no me afecta y no me importa que tengamos un transporte público ineficiente, indigno, peligroso y que atenta contra la integridad y la vida de los ciudadanos tanto mecánica como por el factor de la violencia, así como la extorsión. Por favor, en qué mundo vivimos que nos acostumbramos a tener cosas mediocres como el servicio de transporte público que encima de todo tiene subsidio estatal multimillonario, ¡qué desastre! Cuando cualquier país que aspira al desarrollo debe contar como mínimo con varios servicios de transporte eficiente, versátil, moderno y con amplia cobertura que garantice la movilidad de sus usuarios, del tráfico ni hablar.
Dejemos de pensar que si vivimos en una colonia o condominio privado no nos importan las personas en condiciones vulnerables con inseguridad en las áreas donde viven, ¡por Dios! En qué mundo vivimos, en el que aceptamos un sistema de salud deplorable, en el que 95 por ciento de su presupuesto es para funcionamiento y la inversión se va en deuda pública o pactos colectivos. O, un sistema de educación marginal, en el cual nos conformamos con buscar cobertura en vez de calidad educativa.
Reflexionar sobre el desarrollo de nuestro país tiene que ver con ese bono demográfico que aún ostentamos, que también indica que tan solo en 30 años dejaremos de tenerlo y que para el año 2050 el rango de nuestra población estará comprendida entre los 35 a los 69 años. Esto quiere decir que la retórica de que los jóvenes son el futuro ya no puede seguir siendo un discurso, pues no hay futuro sino empezamos a construir el presente y a recuperar y rescatar la cosa pública que nos pertenece a todos y donde debe reinar el sentido común y el bien común. La cosa pública es la última línea de defensa ciudadana que no podemos perder si buscamos desarrollo.