Vivimos en un país rabioso. Las plataformas virtuales son el reflejo del enojo generalizado, el odio mal reprimido, la caída de los estándares educativos y el nacimiento de la indignación por todo y de todo. La tendencia de señalar culpables (aunque estos sean inocentes), crear perfiles anónimos, destruir con una potencia maligna todo lo que no encaja en sus limitados universos, orienta a un rebaño cada vez más numeroso de seguidores a delinquir de diferentes maneras. Si bien las redes se convierten en una forma de catarsis son también una zona de peligro, principalmente si los que las manipulan no poseen la discrecionalidad de medir el daño que provocan.
Enojo. Por supuesto que hay razones para estar muy enojados. De nuevo la política no nos ayuda a ser muy felices. Somos los peones de un sistema en franco deterioro. A eso se suma el sin fin de pésimas administraciones que no avanzan en temas vinculados a la seguridad, salud y educación, entre otra infinidad de baches que afectan el futuro de la inmensa mayoría de los chapines. El crimen organizado campea con toda la tranquilidad del mundo. A muchos ni les importa estar encarcelados ya que han construido su emporio del crimen desde su reclusión.
El tema de los asesinatos y las violaciones es el pan nuestro de cada día. Estamos entre los países más violentos del mundo y a esto se suma los incomprensibles crímenes de odio misógino. No es que a los hombres no los estén matando a montones ni que a los niños no los violen, pero es como si un gen degenerativo se estuviera apoderando de algunos humanos, distorsionando su capacidad de raciocinio. Hay odio extremo en los constantes asesinatos. No hay palabras para definir los sentimientos de indefensión, incertidumbre y desamparo. Esto no es normal, no se puede sublimar y mucho menos ignorar diciendo “por eso no veo las noticias”.
En los Estados Unidos y otros países del primer mundo, se ha dado el fenómeno de las y los Karens. Hombres y mujeres racistas que la emprenden en contra de todos los ciudadanos que no son rubios como ellos solo por el hecho gratuito de ser diferentes. Racistas que trasgreden, muchas veces con éxito, las fronteras de lo racional y el decoro, para insultar, humillar y hasta golpear al sujeto merecedor de su odio. No importa si este es un anciano o un niño.
A lo dicho se suma la tendencia cada vez mayor de censurar distintas formas de expresión ¿De dónde viene la tacha? Es difícil de identificar. Pero ahora resulta que ciertas obras de arte, novelas, libretos, películas y hasta caricaturas, son objeto de señalamientos que son incomprensibles para los que tienen algún bagaje académico. Lo que el viento se llevó, por ejemplo, es una novela histórica qué, censurada, no va a poder crear sustancia crítica en quienes no la vean. En otras palabras, si no la ven no existió la esclavitud. No podemos cambiar la historia sólo porque las generaciones de cristal no logran superar eventos sucedidos hace quinientos años. En vez de construir están destruyendo, limitando con sus acciones la capacidad de evaluación de las nuevas generaciones. De paso, poniendo en peligro el ejercicio de libre albedrío.
Para terminar de subrayar el nivel de odio que hay hacia lo masculino le tocó el turno a Pepe Le Pew (Pepe la Mofeta o el zorrillo), pero siguen sobresaliendo en el universo infantil personajes nefastos, falsamente empoderados, como Helga, Pucca, Tootie, Ranma ½, El laboratorio de Dexter o Jackie y hasta doña Florinda, que ponderan la irracionalidad y el odio hacia el hombre. De acá surge la pregunta ¿todos los hombres son malos? ¿Todos maltratan a sus parejas, sus madres, sus hermanas o trabajadoras? O ¿solo tuvieron mala suerte todas las que marchan con el corazón resentido? Es difícil de evaluar. Lo que si está claro es que muchos de los movimientos feministas piden protección contra la violencia generando su propia violencia extrema. Es cierto que una vida vale más que una pared o un monumento pero ¿por qué no van a manchar sus propias paredes y destruir sus propias estatuas? Por qué no imitan a las mujeres que han cambiado el mundo desde el universo de las ideas. Las féminas que desde diferentes estrados le han dado una dignidad sin parangón al feminismo y han trasformado países enteros demostrando que en realidad tienen cerebros superiores por sus ideas y acciones. En fin. El odio solo engendra más odio.